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"El orden alfabético" Juan José Millás

En español tenemos dos sustantivos sinónimos para designar la lista de letras que usamos en nuestra escritura: alfabeto y abecedario. Según la Real Academia de la Lengua, estos dos sustantivos solo tienen un adjetivo común: alfabético. No existe el adjetivo *abecedárico. Por tanto, la RAE incluye en su entrada ’abecedario’ la expresión ’orden alfabético’, y, por tanto, ya no la incluye ni en la entrada ’alfabeto’ ni en la entrada ’alfabético’. Estos son los hechos, no están mal, ni bien, ni regular; son.

Como tengo cierta deformación profesional, no puedo dejar de pensar en estos hechos, que no me llevan a ninguna conclusión y de los que no se sucede ninguna teoría. Simplemente se cumple una de las reglas de la gramática. Abecedario es una palabra que hemos tomado para el español desde el latín tardío. Es un nombre motivado, ya que nombra las cuatro primeras letras del orden: A, B, C, D. En esto se separa de la máxima estructuralista: el lenguaje es inmotivado. Pero a alfabeto le ocurre lo mismo, porque, aunque es una palabra que hemos tomado para el español desde el griego antiguo, también nombra las dos primeras letras del ’abecedario’, pues el alfabeto griego, en esas dos primeras letras, coincide con el español: alfa y beta, se corresponden con nuestras A y B.

El orden alfabético La trama de la novela de Millás está relacionada con la necesidad que tiene el protagonista de mantener el orden alfabético en su vida, porque si no lo mantiene siente que se pierde en el proceloso mundo de las relaciones humanas. Es una metáfora genial del orden de las cosas, del orden que deben de tener los acontecimientos humanos y que a veces se desordenan porque nosotros nos empeñamos en incluir en el orden de la realidad el desorden de nuestra vida interior. En este sentido, puede recordar vagamente al Ulises de Joyce, por la mezcla entre los diálogos reales y los imaginarios, por el flujo de conciencia o el intento de reflejar literariamente el pensamiento interno del personaje. 

De algún modo, Millás acostumbra a utilizar a menudo el orden o desorden de la sintaxis para explicar, o intentarlo, los acontecimientos que llaman su atención. Un psicólogo diría que "la psicología es solo lenguaje", pero Millás parece ir más allá, proponiéndonos en esta novela que la vida es lenguaje. Y el lenguaje ¿qué es? Una forma de ordenar el mundo, y, como todo orden establecido, está lleno de trampas que debemos sortear continuamente para no caer en sus redes. 

Como parece que todos somos capaces de crear lenguaje porque somos capaces de comunicarnos con nuestro pequeño círculo de familiares y conocidos, nos da la impresión de que dominamos el lenguaje. No seamos ingénuos. El lenguaje es nuestra mejor arma... y la mejor arma de todos los demás. La única defensa posible es escuchar con atención, con muchísima atención.

"La mujer de Andros" Thornton Wilder

"La Tierra, al girar, dejó escapar un suspiro; la sombra de la noche se deslizó gradualmente por el Mediterráneo y dejó Asia envuelta en tinieblas. El gran peñón que un día habría de llamarse Gibraltar conservó largo rato un reflejo rojo anaranjado, mientras, frente a este, los montes del Atlas mostraban repliegues oscuros en sus brillantes laderas. Las cuevas que rodean el golfo de Nápoles se sumieron en una oscuridad aún mayor, desde las que unas emitieron sonidos tintineantes, y otras, reverberantes. Hacía tiempo que el triunfo se había olvidado de Grecia, y la sabiduría de Egipto, pero con la llegada de la noche ambos parecían recobrar los honores perdidos, y la tierra que pronto habría de llamarse Santa preparaba en la sombra su fruto portentoso."

Así comienza La mujer de Andros, novela de Thornton Wilder, el autor de Los Idus de marzo, que ha publicado la editorial 451 en la traducción magnífica de Isabel González-Gallarza.

Se trata de una novela inspirada en la obra de teatro Andria del comediógrafo latino Terencio, que se estrenó en los escenarios romanos allá por el siglo II antes de Cristo. La primera parte de la novela es la que más recuerda a Terencio, porque la segunda parte es una invención de Wilder. 

Desde este comienzo, que he transcrito, las palabras envuelven al lector en el ambiente que Wilder crea para poder explicar el descubrimiento que hará un joven, gracias a la mujer de Andros, del sentido de la vida. Parte la novela con estas frases que sitúan la historia de la civilización occidental, y, por tanto, la historia de los hombres y mujeres occidentales, haciendo un recorrido desde las civilizaciones asiáticas, pasando por la antigua Grecia que llegó con su comercio hasta la civilización de Tartesos, en el sur de España y Portugal, que no olvida Egipto ni el desastre de Pompeya para recalar en Palestina donde nace el cristianismo que tanto ha significado y significa como sincretizador, modernizador y aglutinador de todas las antiguas creencias indoeuropeas. En estas pocas líneas hay un resumen de la historia occidental, expresado de manera poética con la imagen de la noche que se va posando sobre los lugares que, para cuando escribía Wilder, 1930, habían dejado de ser influyentes en el orden mundial, y marcando con cierta luz ("reflejo rojo anaranjado") los que señalan hacia los nuevos mundos emergentes en el siglo XX: América. De esta manera, sin dejar de centrar la novela en la época que le interesa, alrededor del siglo II antes de Cristo, se refiere sutilmente al mundo de 1930 con las expresiones "que un día habría de llamarse" o "que pronto habría de llamarse".

El uso del lenguaje poético está plenamente justificado. Por una parte, la fidelidad a Terencio, que escribió sus obras en verso, tal como era preceptivo en su tiempo. Por otro lado, el foco de la narración: poner palabras a lo inefable, dar a entender el sentido de nuestras vidas.

Para ello se vale de varios argumentos. No solo encontramos trazas de la Andria terenciana, también de su Adelphos, pues el padre del protagonista está verdaderamente preocupado por la felicidad de su hijo, y también hay ciertas referencias a la Hecyra, pues existe una suegra del protagonista aunque no tiene un papel relevante. Pero sin duda, se encuentran muchos momentos que nos llevan a recordar vaga pero claramente el Heautontimorumenos, que se tradujo al castellano por El atormentador de sí mismo.

Aún con todo, lo más terenciano de la novela de Wilder está en su tono, menos cómico de lo esperado para una comedia, muy psicológico para estar basada en comedias del siglo II a.d.C., introspectivo como le gustaba a Terencio, y definitivamente didáctico como debía ser cualquier buen texto antiguo.

Felicitaciones para la editorial 451 por esta reedición de Wilder que ha incluido en su tarea de adaptar a los clásicos al castellano. Merece la pena echarle un vistazo a otros libros de la editorial que ha publicado adaptaciones de las tragedias de Sófocles, de la novela El lazarillo de Tormes, del teatro de Shakespeare... catálogo que se puede encontrar en 451editores.es.

 

"Helena de Troya" de Margaret George

El libro de Margaret George tiene un excelente título. Bajo él, se espera

encontrar la narración de la guerra de Troya bajo el punto de vista de la

protagonista femenina: Helena de Troya. Pero lo que hay, si bien no deja

de ser eso, es menos.

La guerra de Troya, narrada con grandeza en la Ilíada de Homero, se convierte aquí solo en un contexto. Helena, la mujer por la que se pelearon los enormes ejércitos de teucros y dánaos durante diez años y que acabó con la destrucción de la ciudad inexpugnable de Ilión, se muestra como culpable, temerosa de su "poder" para atraer la muerte a todos los seres que la rodean, sobre todo a quellos seres que ama. Si esta circunstancia hubiese sido llevada hasta el final por George, su libro seguramente contaría con algo más de grandeza. La muerte que atrae Helena es bastante poco discriminatoria y arrasa con lo que ella ama y con lo que no. 

Igual de esquiva que la muerte se muestra la sinceridad entre los personajes. No hay verdaderas amistades, más que la de un espartano con Helena, a la que sirve hasta el último día de su muerte, pero con el que mantiene una relación equívoca. 

La asociación de Helena con una serpiente del templo de Asclepio, como si se tratase de Eva con el diablo disfrazado de reptil en el árbol del Bien y del Mal, tampoco llega a cuajar, pues la serpiente finalmente también será una víctima y no solo una instigadora del mal.

Comenta la autora que ha querido guardar fidelidad a lo que sabemos que era el papel de una mujer en el siglo XI antes de Cristo, pero cabía mucha más audacia, porque lo que sabemos de las mujeres de entonces es verdaderamente poco, casi nada. Lo que sabemos lo escribieron hombres, no se nos ha conservado nada escrito por mujeres, excepto Safo, lo que puede significar que las mujeres escribían muy poco, pero también puede significar simplemente que sus escritos no tuvieron la suerte de conservarse como sí lo hicieron los de algunos, pocos, hombres.

Como decía, esta Helena se sabe peligrosa, y se teme y teme a todo el que la rodea. Se siente continuamente juzgada y acusada y ella también se juzga y acusa. Esto la convierte en un personaje muy poco simpático, yo habría preferido una mujer menos consciente, más equivocada. Tiene muy pocos arrestos, y un pensamiento muy plano. Y eso que tiene ejemplos de otros tipos de mujeres, como las Amazonas, que si bien son representadas muy andróginas, no deja de repetirse que son mujeres, y que han elegido otro punto de vista sobre sus vidas. Eso sí, son la minoría. De todas formas, quizá no se debiese perder de vista que por poca libertad que tuviesen las mujeres en aquellos remotos tiempos, no podían dejar de ser influyentes. Fueron las madres de nuestra civilización, de nuestro modo de pensar y de sentir, pues de sus vientres salieron los hombres y mujeres que apuntalaron la sociedad en la que vivimos hoy. Es cierto que Helena es la representación de lo mala que puede ser una mujer, hasta el punto de ser causa de una guerra terrible. Así se nos ha presentado siempre porque fue el hallazgo de Homero atribuir la causa de la guerra de Troya a un asunto amoroso en vez de a un más prosaico, y probable, asunto económico, que seguramente fue la causa real.

Helena de Troya está bien para recordar episodios de la Ilíada y de los textos que la circundan, pero poco más. 

Paolo Conte y los clásicos de la literatura IV

Tiovivo He aquí la cuarta canción de Paolo Conte de la quería comentar algo estos días. Ya no se relaciona con el mundo clásico directamente, no el grecolatino, sino que se acerca más a nuestro tiempo porque habla del tan lejano y cercano siglo XIX. Lejano porque nos separa de él un siglo. Cercano porque en cuanto a cultura y pensamiento social poco hemos avanzado desde entonces: las grandes ideas sobre las que nos asentamos todavía hoy son del XIX, ideas como el YO como centro del mundo, la individualidad, el psicoanálisis, la imagen (el cine se inventó entonces), el Romanticismo, la producción en cadena, la búsqueda de mano de obra barata, la colonizadora descolonización de los países pobres que hoy machacamos con la globalización... En fin, seguimos siendo tan, o tan poco, humanos como siempre.

La canción de Conte es de las más agradables de escuchar porque la recorre de fondo un carrusel que remite a la infancia, pero también a la luminosidad que brillaba en algunas mentes que reprodujeron en el XIX las Olimpiadas griegas, o pusieron en marcha las Exposiciones Universales que todavía seguimos celebrando. Esta es la letra:

Novecento 900 Novecento (1992) 

Dicono che quei cieli siano adatti 
al cavalli e che le strade 
siano polvere di palcoscenico 
Dicono che nelle case donne pallide 
sopra la vecchia «Singer» cuciano 
gli spolverini di percalle, 
abiti che contro il vento stiano tesi 
e tutto il resto siano balle, 
vecchio lavoro da cinesi... eh... eh... 
Dicono che quella vecchia canzoncina 
dell'ottocento fa sorridere 
in un dolce sogno certe bambole 
tutte trafitte da una freccia indiana, 
ricordi del secolo prima, roba di un'epoca lontana, 
epoca intravista nel bagliore bianco 
che spara il lampo di magnesio 
sul rosso folle del manganesio.. eh... eh... 
Indacato era il silenzio e il Grande Spirito, 
che rellentava la brina, scacciava 
i corvi dalla collina... 
come una vecchia cuoca in una cucina 
sgrida i fantasmi del buongustai 
in una lenta cantilena... 
Lasciamo stare, lasciamo perdere, lasciamo andare 
non lo sappiamo dov'eravamo 
in quel mattino da vedere... eh... eh... 
Dov'eravamo mai in quel mattino 
quando correva il novecento 
le grandi gare di mocassino... 
lassù, sui palcoscenico pleistocenico, 
sull'altopiano preistorico 
prima vulcanico e poi galvanico... 
dicono che sia tutta una vaniglia, 
una grande battaglia, 
una forte meraviglia... eh... eh... 
Galvanizzato il vento spalancava 
tutti i garages e liberava grossi motori entusiamati... 
la paglia volteggiava nell'aria gialla 
più su del regno delle aquile 
dove l'aereo scintilla... 
l'aereo scintillava come gli occhi 
del ragazzi che, randagi, 
lo guardavano tra i rami del ciliegi... eh...eh...

 

Ofrezco esta traducción apresurada:

 

Dicen que aquellos cielos son apropiados para los caballos y que los caminos son polvo de escenario.

Dicen que en las casas mujeres pálidas sobre la vieja "Singer" cosen los guardapolvos de percal, vestidos que contra el viento permanecen tiesos y todo el resto es baile,

Viejo trabajo de chinos... eh... eh...

Dicen que aquella vieja cancioncilla del ochocientos provoca la sonrisa en un dulce sueño ciertas muñecas todas heridas por una flecha india,

Recuerdos del siglo anterior, asuntos de una época lejana,

Época entrevista en el resplandor blanco que dispara la lámpara de magnesio... eh... eh...

Azulado era el silencio y el Gran Espíritu, que surgía de la escarcha, expulsaba a los cuervos de la colina...

Como una vieja cocinera en una cocina riñe a los fantasmas del buen gusto en una lenta cantinela...

Dejémoslo estar, dejémoslo así, dejémoslo ir.

No sabemos dónde estábamos en aquella mañana sorprendente... eh... eh...

Donde estábamos pues, aquella mañana cuando transcurría el novecientos, las grandes competiciones de indios...

Allí arriba, sobre el escenario pleistocénico,

Sobre el altiplano prehistórico, primero volcánico y después galvánico...

Dicen que todo fue una vainilla, una gran batalla, una gran maravilla... eh... eh...

 

Galvanizado el viento abría de par en par los garages y liberaba grandes motores entusiasmados...

La paja giraba en el aire amarillo más arriba del reino de las águilas donde el avión chispea...

El avión chispeaba como los ojos del muchacho que, vagabundo, lo miraban entre las ramas del cerezo... eh... eh 

 

No es una letra fácil, supongo que porque resumir el XIX en la letra de una canción no resulta sencillo, así que, más que hacer un repaso por todo el siglo, lo que nos propone Conte es un ambiente, un sabor, un perfume que nos traslade al XIX. Menciona algunos de los inventos del siglo: automóvil, avión, fotografía, máquina de coser... Ya América estaba plenamente incorporada a la cultura y ciencia europea, aunque todavía se sucedían las guerras contra los indios norteamericanos extendiéndose Estados Unidos hasta la costa Oeste del continente, para lo que le fue muy útil el tren, con máquinas de vapor inventadas en el siglo precedente, pero plenamente explotadas al servicio práctico del hombre en el XIX. Estados Unidos, por cierto, fue el primer país que se independizó de Europa, ya en el siglo XVIII; el resto del continente, como decía, lo haría a lo largo del XIX.

¿Y la literatura? En esta canción la literatura está en su letra, larga y complicada, llena de alusiones y que contiene varias historias, como la del joven vagabundo entre los cerezos, o la cocinera cantando en su cocina... Las grandes novelas decimonónicas, que se vendían por entregas: Dickens, Dostoievsky, James, Melville, Dumas, Balzac, Verne... Porque los grandes novelistas del XIX fueron ingleses, rusos y franceses, en su mayoría.

Todavía hoy se escriben algunas buenas novelas al estilo de las del XIX, como El viajero del siglo, de Andrés Neuman, de la que escribiré cuando acabe de leerla.

Repasando los cuatro post sobre letras de canciones de Conte me doy cuenta de que según pasan los años el canta-autor italiano se va refiriendo a mundos cada vez más alejados en el tiempo. La canción de hoy, Novecento, que evoca el siglo XIX, es de un álbum de 1992; la del teatro griegodel post anterior, que remite a los siglos V y IV antes de Cristo,  es de un disco de 1995, y las dos primeras de las que he escrito, Elegia y Chissà, que recuerdan de algún modo a la Ilíada y la Odisea, escritas en el siglo VIII antes de Cristo, son de un disco de 2004.

Curiosidades de la vida, azar... o, ¿según pasan los años por nosotros, y se acerca la irremediable muerte, nos sentimos más atraídos por el principio de la humanidad? Como si quisiéramos dejar constancia de que aquellos hombres y mujeres de antaño no han perecido del todo. Quizá esto exorcice el miedo a nuestra propia desaparición, pues la vida de los hombres sobre la Tierra es un tiovivo en el que todos giramos.

 

"Tito Andrónico" por Animalario en Mérida

Cartel de Tito Andrónico de Animalario  Sí, como se suele dcir, "el marco era incomparable", el teatro romano de Mérida, una maravilla de teatro, con una acústica espléndida, con un fresquito que quién se lo iba a imaginar tras la tórrida tarde de julio que acabábamos de pasar. Nos fuimos, creo, el peor público que puede ir a ver estas cosas: un grupo de actores, dramaturgos, profesores de teatro y filólogos. Algunos nos habíamos leído la obra de Shakespeare por enésima vez antes de acudir a la representación, otros habíamos visto por quinta vez la película Titus protagonizada por Anthony Hopkins y Jessica Lange. En fin, como se puede apreciar, un público nada dispuesto a ser amable con lo que iba a ver, porque iba cargado de expectativas que, como siempre en la vida, no se le darían tal como las esperaba y por ello no se iba a dejar llevar por la empatía necesaria para disfrutar de una obra de teatro.

Cartes de la peli Titus  Animalario presentó Tito Andrónico, una tragedia de Shakespeare que escribió en sus primeros tiempos como dramaturgo. Contiene todos los elementos de la tragedia clásica, pero no es un clásico grecolatino, sino una obra del XVII, del Barroco, y por tanto, barroca en todos los sentidos: feista, exagerada, enredada, larga, ensangrentada, terrorífica, fuertemente pasional y radicalmente maniquea.

Da igual quién la represente y cómo la represente, la fidelidad a Shakespeare, quizá necesaria, pone en escena una obra muy difícil de digerir hoy en día. Aún así, Animalario tuvo grandes aciertos en el escenario. Uno de ellos, la escenografía. Una "boca" en el centro de las tablas, que se tragaba a todos los muertos y a los vivos a punto de morir, que servía para representar el útero materno, el útero de la reina bárbara, posiblemente. Ese útero fue un hallazgo del escenógrafo/a, una metáfora del argumento de Tito Andrónico que quiero aplaudir porque proponía un punto de vista que quedaba perfectamente representado en el escenario. Esta dimensión, que no pertenece a Shakespeare sino a Animalario, fue lo mejor de la propuesta.

 

Paolo Conte y los clásicos de la literatura III

Teatro griego de Barcelona La tercera canción de Paolo Conte que traigo a este blog ya no pertenece al disco Elegia, sino a uno anterior, Una faccia in prestito, que podemos traducir por Una cara prestada. Se trata de un homenaje al teatro griego clásico, quizá por eso el título parece referirse a una máscara, elemento imprescindible en las representaciones de las tragedias y comedias en la antigua Grecia. Dice así:

Teatro Una Faccia In Prestito (1995) 

Dorme un teatro 
Scolpito al centro di un’agricola contrada 
Tanto qui nessuno si dispera... 
Ei pera... pera!... 

Anticamente 
Si sguainavano là dentro le parole: 
Uccidere il tirano questa sera! 
Ei pera... pera!... 

Tiranni, Oreste, Saul, 
Criniere antiche di tragedia e là, 
Là nel vuoto fulvo, caotico Elettra 
Vive, recita, si muove, ah ma no! 
La Mirra, no! 
Non ha il tiranno, invece sì, ce l’ha, 
È lui, l’ amore, l’ oscuro destino 
Sessuale, il suo sogno d’ inferno, sì ! 
... 

Sariva la città 
Tra le sue torri e le tempeste 
Del teatro un vento marinaio, 
Volando la campagna, tra Genova e Savona 
Le girava in Spagna e 
Il teatro cominciava così il suo sonno 
Nei tempi moderni, dai tempi moderni avvilito. 
Lasciato, abbandonato così 

Anticamente era l’ idea 
Di un teatro in mezzo al grano 
Come una bevanda solto il sole... 
Ei pera... pera! 

Dorme un teatro, 
Il sangue finto per il sogno di Vittorio, 
Rosso come il vino del sipario... 
Ei pera... pera! 
Ei pera... pera! 
Ei pera... pera!

 

Que traduzco así:

 

Duerme un teatro

Esculpido en el centro de un campo de labor

Mientras que nadie se desespera...

¡Ei pera... pera!...

 

Antiguamente

Se desgranaban allí dentro las palabras:

¡Matar al tirano esta noche!

¡Ei pera... pera!...

 

Tiranos, Orestes, Saúl, cabelleras antiguas de tragedia y allí, allí en el vacío anaranjado, caótico, Electra vive, recita, se mueve, ah ¡pero no! ¡Mirra, no!

No tiene al tirano, pero sí, lo tiene, y él, el amor, el oscuro destino sexual, su sueño de infierno, ¡sí!

...

 

¿Vestía? la ciudad entre sus torres y las tormentas del teatro un viento marinero, sobrevolando el campo, entre Génova y Savona, giraba en España y el teatro comenzaba así su sueño en los tiempos modernos, por los tiempos modernos envilecido.

Dejado, abandonado así.

 

Antiguamente existía la idea de un teatro en medio del trigo, como una bebida bajo el sol...

¡Ei pera... pera!

 

Duerme un teatro,

La sangre falsa para el sueño de Vittorio, roja como el vino del telón...

¡Ei pera... pera! 
¡Ei pera... pera! 
¡Ei pera... pera! 

 

Un teatro "esculpido" es un teatro griego, porque estos teatros aprovechaban una colina cercana a la ciudad o al santuario de turno para esculpir en ella la grada para los espectadores. Esto los romanos ya no lo hacían, construían los teatros donde les venía bien, y, si no había colinas que esculpir, edificaban las gradas también.

Los personajes que menciona Conte son personajes de las tragedias que se representaban en Grecia allá por los siglos V y IV antes de Cristo, escritas por autores como Esquilo, Sófocles y Eurípides, únicos tragediógrafos de los que se nos ha conservado parte de su obra. 

La elección de los personajes por parte de Conte no parece casual, pues todos tienen algo en común. Así, a bote pronto, Electra, por amor a su padre, el rey de reyes Agamenón muerto a manos de su esposa, instiga a su hermano Orestes para que asesine a su madre Clitemnestra; Mirra, enamorada de su padre Cíniras, lo engaña para tener con él un hijo, Adonis, un joven tan bello que la diosa Venus lo eligió como amante.

Se aparta un poco de esta temática Saúl, rey de Israel. Pero no deja de ser un personaje trágico. Su vida transcurre, más o menos, al tiempo que está teniendo lugar la guerra de Troya, siglo XI antes de Cristo, y termina suicidándose junto a sus hijos tras haber hecho sucumbir al pueblo de Israel bajo el ejército filisteo. El caso es que, no me consta que exista ninguna tragedia griega protagonizada por este personaje, pero hubiese sido de gran fuerza dramática debido a su soberbia, a su odio hacia David (el de Goliat) y a sus ataques incontrolados de ira.

En uno de los versos de la canción, Conte parece lamentarse de que el viento esparciera el teatro por todo el Mediterráneo, desde las costas griegas en Asia hasta España, mientras se esparcía también en el tiempo y llegaba hasta los tiempos modernos y se "envilecía". Parece adscribirse a la máxima de que "cualquier tiempo pasado fue mejor" y, en realidad, solo son tiempos diferentes, entre los que no cabe comparación. De hecho, es muy probable que el surgimiento en el siglo XVIII en Italia de la Ópera esté muy relacionado con la puesta en escena de las tragedias griegas. Las óperas acostumbran a ser trágicas, y son cantadas, como en parte lo fueron las tragedias. Precisamente, lo que para nosotros hoy es el estribillo de esta canción "¡Ei pera.. pera!", representa al coro de cantantes que dirigidos por un corifeo servía en las tragedias para diversos cometidos: replicar a los actores principales, advertir al público de lo que iba a pasar a continuación, poner al público en antecedentes de lo que había ocurrido fuera de su vista antes de comenzar una escena...

Y el teatro actual, heredero del teatro griego, sigue teniendo mucha deuda con aquel como contaré en el próximo post. Pues aunque quiero escribir sobre una cuarta canción de Conte, voy a hacer un aparte para comentar la representación de este año en Mérida de Tito Andrónico.

Paolo Conte y los clásicos de la literatura II

Paolo Conte y los clásicos de la literatura II

Mar Mediterráneo

De las cuatro canciones que voy a proponer de Paolo Conte, la segunda también pertenece al álbum Elegia de 2004, y es el tema que da nombre al disco: Elegia. Una elegía era un canto funerario en la Grecia antigua, pero ya entre los autores del Imperio romano se escribían elegías que no eran de tema funerario, pero sí de lamento. Muchos poetas usaron los dísticos elegíacos, los versos que componen las elegías, para lamentarse por amores perdidos. En esta canción, Paolo Conte también se lamenta... un poco de sí mismo, un poco de la dificultad de encontrarse con otro distinto a sí mismo, pero también se puede ver cierta resignación: uno es lo que es y con eso intenta ir tirando. Como otras veces, la trascribo en italiano y luego propongo una traducción:

Elegia Elegia (2004)

 

Avevo una passione per la musica 
di ruggine 
nerastra tinta a caldo di caligine 
metropoli 
le tentazioni andavano e venivano 
cosa farò di me? 

guidavo nella notte ferma immobile 
friabile 
venivo da una valle dove annuvola 
nell’umido 
sentivo sulle spalle un bel solletico 
tu cosa vuoi da me? 

lasciando alla mia infanzia 
ogni ingenuità sensibile 
l’amore è uno stregone un fuoco 
isterico magnifico 
carezza di una mano che semplifica 
cosa sarà di me? 

l’abbraccio adulto in un silenzio 
scenico visibile 
l’incendio è la stagione 
delle tenebre bellissime 
avevi fatto in aria un incantesimo 
tu cosa sei per me... 

 

Traducción: 

 

Tenía una pasión por la música de herrumbre

Ennegrecida teñida en calor de calígine metrópolis

Las tentaciones iban y venían

¿qué voy a hacer conmigo?

 

Conducía en la noche quieta inmóvil friable

Venía de un valle donde se nubla en la humedad

Sentía sobre los hombros unas cosquillas

¿qué quieres de mí?

 

Dejando en mi infancia cada ingenuidad sensible

El amor es un brujo, un fuego histérico magnífico

Caricia de una mano que simplifica

¿qué será de mí?

 

El abrazo adulto en un silencio escénico visible

El incendio es la estación de las tinieblas bellísimas

Habías hecho en el aire un encantamiento

¿qué eres para mí?... 

 

Quizá en un disco titulado Elegia no podía faltar una canción que recordase a los griegos, inventores de todos los géneros poéticos, y por eso también en este disco se encuentra la canción de la que hablaba en el post anterior.

 

Paolo Conte y los clásicos de la literatura I

  Ayer actuó en Girona Polo Conte, lo que me ha llevado a recordar las letras de algunos de sus temas. A veces no es fácil saber porqué nos gusta un texto, una película, una canción o la obra de un creador artístico, pero últimamente estoy pensando que a mí me gustan las obras que reflejan en sí a los humanos con sus singulares virtudes y sus múltiples defectos. Por eso, estas canciones de Conte me parecen redondas: contienen historia de la humanidad, una colección de seres capaces de lo mejor y de lo peor con la misma vehemencia.

El primer tema de Conte que llamó mi atención pertenece a un disco anterior a Psiche, el que presentaba anoche en Girona. Se trata del álbum Elegia de 2004, y contiene un par de temas interesantes por su relación con la literatura y con la fundación de la cultura occidental. Ese primer tema al que me refiero se titula Chissà y su letra es:

 

Chissà chissà
la nave passerà
chissà se là
qualcuno salirà

Laggiù laggiù
nell’indaco laggiù
foschia foschia
enigma e fantasia...

Laggiù laggiù
sono persone o sono sogni
sì laggiù!
O sono dei pensieri spersi
Nella grande oscurità

Chissà chissà
le stelle, le città
foschia foschia
enigma o fantasia

. . . . . .


Chissà chissà
Il mare è antico
e parla antico, parlerà...
Parole greche sconosciute,
sprofondate verità.

Chissà chissà
la nave passerà
chissà se là
qualcuno salirà

Un ensayo de traducción que propongo es (aprovecho para enviar un agradecimiento sincero y profundo a todos los traductores de libros que son, han sido y serán, gracias a los cuales puedo acercarme a la literatura y otras obras de arte de autores a los que sin el trabajo de los traductores me sería imposible conocer: gracias):

 

Quién sabe, quién sabe

La nave pasará

Quién sabe si en ella

Alguien subirá

 

Allí abajo, allí abajo

En el añil de allí abajo

Oscuridad, oscuridad,

Enigma y fantasía...

 

Allí abajo, allí abajo,

Son personas o son sueños

¡Sí, allí abajo!

O son pensamientos dispersos

En la gran oscuridad

 

Quién sabe, quién sabe

Las estrellas, las ciudades

Oscuridad, oscuridad

Enigma y fantasía

...

Quién sabe, quién sabe

El mar es antiguo

Y habla antiguo, hablará...

Palabras griegas desconocidas

Profundas verdades.

 

Quién sabe, quién sabe

La nave pasará

Quién sabe si en ella

Alguien subirá.  

Se puede traducir el título por quizá, pero me ha parecido mejor quién sabe, porque quizá se puede usar para expresar una posibilidad con visos de cumplirse, y quién sabe deja claro que no sabemos si se cumplirá o no. Evidentemente, no tengo costumbre de traducir. Pero para lo que quiero explicar(me), sirve.

La letra menciona una nave y después se refiere a un mar y a la lengua que habla ese mar: "palabras griegas desconocidas". Con estas pistas se puede reconstruir todo un texto que no aparece explícito en la letra pero que emerge de ella. Y ese texto oculto, como en las páginas de internet, es enorme, tan enorme que nos remonta al siglo XI antes de Cristo, cuando suponemos que tuvo lugar la guerra de Troya, y al siglo VIII antes de Cristo, cuando suponemos que Homero compuso sus poemas épicos Ilíada y Odisea, las obras más antiguas que conservamos en Occidente. Estas epopeyas narran, la primera, el viaje por mar de los más de mil barcos griegos que cruzaron el mar desde Grecia hasta Troya para rescatar a Helena y, la segunda, el largo viaje en barco que llevó a cabo Odiseo/Ulises para volver desde Troya hasta su reino en Ítaca y que le llevó nada menos que diez años.

De esta manera, estamos de acuerdo con Paolo Conte. Si alguien guarda el recuerdo del inicio de nuestra cultura, ese es el mar Mediterráneo, un mar azul, oscuro, en el que se puede navegar gracias a las estrellas y que está iluminado por las grandes ciudades que aparecieron en sus orillas (Atenas, Esparta, Troya, Roma, Cartago, Alejandría, Micenas, Estambul, Barcelona...). Ese mar guarda en sus profundidades la verdad de nuestro origen como civilización (mejor o peor, hoy no vamos a entrar en eso), y lo guarda en "palabras griegas desconocidas" porque las obras de Homero están escritas en griego antiguo, que ya poquita gente estudia, pero también porque creemos que antes de la aparición de la escritura alfabética en griego antiguo se escribió en algún tipo de silabario llamado Lineal B, del que solo conservamos listas de los escribas de los palacios, y otro llamado Lineal A que no somos capaces de descifrar.

Hay algo más en la canción, es la invitación a que "alguien" suba a esa nave. Yo subo ¿os venís?

 

Millenium de Stieg Larsson

La trilogía de Stieg Larsson me resultaba difícil de adjetivar. Hablé unos segundos de ella con dos amigas a las que admiro por su criterio bien fundado y documentado, pero tuvimos que dejar la conversación enseguida porque cada una tenía un punto de vista sobre la obra y empezó un semi-encontronazo que preferimos dejar inconcluso para poder seguir queriéndonos. Así que me quedé a solas con mi reflexión. 

Unos días más tarde pude volver a hablar durante, de nuevo, solo un momento, con otro grupo de amigos. Esta vez pude comprobar que solo nos había interesado a otro amigo y a mí, pero tampoco pudimos llegar a destripar las razones por las que no nos había disgustado. La sensación que teníamos era que se trataba de una obra de fácil lectura, que nos había enganchado hasta el punto de querer desear leer el tercer tomo, pero sin hacer cola en una librería para conseguirlo. No sé si es porqué ninguno de los dos somos ya adolescentes (pienso en las colas de chavales esperando para comprar los libros de Harry Potter). Volví a mis reflexiones en solitario.

Me había gustado el primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, porque me pareció que el escritor, no sé si el narrador ni el personaje masculino principal, no había intentado "salvar" a la chica, a esa chica que presentaba como un ser asocial y que terminaba siendo igual o más asocial que al principio de la novela. Eso estuvo bien. No pude decir mucho más. Después de ver la película tampoco mejoró mi percepción del asunto que me entretenía tanto cuando leí el libro pero que no acababa de hacerse presente con claridad. En fin, la película poco podía ayudar, era un retrato bastante más amable de la chica, que seguía siendo asocial pero no tanto, quizá porque el director sí había decidido salvarla un poquito.

Leí el segundo libro, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, con interés porque ya conocía a los personajes y mi aguda empatía con los personajes de ficción me hizo sentirme cómoda con su lectura. Era como visitar a viejos amigos y conocerlos un poco más a fondo. Aunque las acciones de la chica asocial me parecieron bastante brutales y concluí la lectura creyendo que verdaderamente la joven debía sufrir algo tipo "síndrome de Asperger".

Con el tercer libro, La reina en el palacio de las corrientes de aire, tuve más problemas. Por un lado, las páginas que están fuera de la narración novelesco-policiaca, me parecieron fuera de lugar. El repaso histórico por la existencia de mujeres guerreras me parecía curioso, pero innecesario. Las menciones a la antigua Grecia, la Iliada de Homero, las Amazonas, el historiador Diodoro de Sicilia... muestran a las mujeres guerreras como parte de la historia de la humanidad, pero yo creo que el libro no va sobre mujeres guerreras. Por otra parte, el desarrollo del argumento resultaba extenuantemente largo y farragoso en muchos momentos en los que se describía con bastante detalle la biografía de personajes nuevos que aparecían continuamente de la nada para sumarse al ya largo elenco de malhechores y sorprendentemente bondadosos hombres que parecían amar a las mujeres. Mientras tanto, Mikael seguía su cruzada en favor de Lisbeth, y esto no me gustaba nada. ¿Por qué el alter ego del escritor se erigía en caballero andante en favor de la dama desvalida? Bueno, al menos no la amaba, lo que ya habría sido el colmo. De todas formas, el regusto era algo del tipo: las mujeres son maltratadas por los hombres en la mayoría de los casos, pero solo los hombres pueden salvarlas de los maltratadores... Abrumador.

Eso sí, me había llamado la atención una frase: 

"... fue castigada porque los funcionarios del Estado habían decidido que Zalachenko era más importante que Salander."

Esto es, había decidido, por razones de Seguridad Nacional, incluso, que un maltratador, pero hombre, era más importante que una niña...

Bien, esto explicaba porqué el primer libro se titulaba Los hombres que no amaban a las mujeres, y quizá algo más, algo que se me escapaba.

Hoy me he enfadado mucho y he recordado los tres libros de la saga Millenium y he creído comprender, por fín, de qué iba. Ayer, a una amiga mía le hizo un hombre una revisión anual de uno de los electrodomésticos de su casa. Esas revisiones había ocurrido otras veces y habían venido a su casa distintos hombres que habían hecho su trabajo y se habían ido. Esta vez, el hombre, distinto a todos los anteriores, como suele ocurrir, asustó a mi amiga diciéndole que el electrodoméstico estaba en mal estado y había que cambiarlo, cosa que, él, en su empresa privada, no relacionada con la que lo enviaba a hacer la revisión, estaría encantado de hacer por un módico precio. Mi amiga, temiendo que el aparato estropeado respresentase un peligro para su familia, se puso inmediatamente manos a la obra y contactó con la empresa proveedora del aparato en cuestión para que lo reparasen o le diesen un presupuesto para proceder a su cambio. Cual no sería su sorpresa cuando el técnico, que con gran diligencia debido a la peligrosidad del mal funcionamiento del electrodoméstico ha venido hoy mismo, le ha asegurado que no le ocurría nada y que podía seguir haciéndole servicio durante mucho tiempo a pleno rendimiento. 

Bueno, yo habría llamado a la policía inmediatamente o puesto una denuncia en el juzgado más cercano. Mi amiga, con mejor criterio que yo, decidió poner una reclamación a la empresa que envió al primer "hombre" a su casa. Ha llamado al servicio de atención al cliente y una señorita le ha dicho que le pasaba con otra señorita, la cual le ha dicho que sentía mucho lo que había pasado pero que no podía solucionarle nada. Mi amiga, perpleja, ha colgado. Ha decidido, entonces, poner la reclamación vía internet, y cual no sería su alegría cuando la página de la empresa le ha mostrado que existía la figura del Defensor del Cliente. Para contactar con este servicio debe escribir se un mail que solo permite poner reclamaciones si ya han sido puestas anteriormente por otra vía: teléfono, presencial o por correo normal. Así que, antes de poder expresar la reclamación mi amiga encontró que se le solicitaba introducir en uno de los campos del formulario el número de reclamación que le deberían haber dado por teléfono. Como no lo tenía volvió a llamar al servcio de atención al cliente. Otras dos señoritas y la segunda le ha dicho que a ella todo eso que le estaba contando le parecía "un error de comunicación" entre el "hombre" enviado a su cas y ella. En fin, que no la ha llamado "tonta" pero seguramente ha sido porque estaba pensando en algo tipo "es usted una histérica paranoica y psicópata". Mi amiga ha insitido en que le dejasen poner una reclamación y le diesen el ansiado número de tal reclamación para poder escribir al "Defensor del Cliente" (nótese que cada vez estoy usando más entrecomillados). No ha habido manera, la señorita en cuestión no se ha dejado ni por alto ni por bajo y no le ha permitido poner la reclamación. entonces, y aquí bien lo bueno, el marido de mi amiga que asistía a todo esto con los ojos en blanco, ha cogido el teléfono y ha marcado el número, por tercera vez, del servicio de atención al cliente. Sin levantar la voz ha explicado el caso de nuevo a la primera señorita, que, asombroso, le ha dado toda la razón, y le ha pasado con una segunda señorita. La segunda, no solo le ha dado la razón, sino que sin necesidad de insistir le ha dejado poner la reclamación pertinente y le ha dado el codiciado número de reclamación.

Ahí ha sido cuando mi amiga se ha hundido. No son sólo los hombres los que no aman a las mujeres. Lo peor es que las mujeres tampoco aman a las mujeres. Yo lo he entendido enseguida. Larsson ha sido muy amable con las mujeres de sus libros, no menciona en ningún momento cómo los hombres han llegado al estado de no amar a las mujeres. Hombres, paridos por mujeres, educados en su más tierna infancia, por lo menos, por mujeres... no aman a las mujeres. ¿Cómo los han parido y educado esas mujeres? ¿Esas mujeres eran como las señoritas del servicio de atención al cliente de la empresa con la que ha tenido que tratar mi amiga?...

Hay una mujer casi mala en la trilogía Millenium: la madre de la joven Vanger desaparecida. Quizá esto es lo que yo echaba de menos al leer las farragosas explicaciones biográficas de los malos de los libros de Larsson, no había ninguna referencia a los ambientes en los que se criaron, ninguna referencia a los sistemas familiares de los que provienen. Por eso me costó tanto entender qué me estaba contando.

Insisto, no es que los hombres no amen a las mujeres, es que vivimos en una sociedad educada de manera que ni los hombres ni las mujeres aman a las mujeres, y esto me parece, en este momento, que es necesario tenerlo muy en cuenta.

El alma en "Génesis" de Bernard Beckett

De nuevo una novela. Esta vez una novela que se desarrolla muy apegada a los clásicos grecolatinos, tomándolos como base para la narración, hasta tal punto que los personajes tienen los nombres de filósofos y estadistas de la Grecia antigua, y la discusión de la que se trata empezó a discutirse en los albores de la civilización occidental. 

El final de la novela nos da pistas sobre porqué "somos como somos", pero en el momento álgido de la discusión hay un párrafo que no me puedo resistir a reproducir:

"-El alma es vuestra Idea más antigua. Cualquier mente que se conozca a sí misma sabe también que el cuerpo que la aloja se está deteriorando. Sabe que habrá un final. Y una mente obligada a contemplar semejante vacío es una fuerza de inusitada creatividad. Podemos encontrar alma en todas las tribus, en todas las randes tradiciones. En Occidente estaba en la Forma de Platón, y en la Esencia de Aristóteles. Resucitó con Cristo, si me permites el juego de palabras, y se pulió con el autodesprecio de Agustín. En los albores del Siglo de las Luces, ni siquiera Descartes pudo sacarla de su cómodo hogar. Darwin apartó el velo, pero fue demasiado cobarde para contemplar la visión que había revelado. Y vosotros habéis seguido su pobre ejemplo durante doscientos años.

No es la conciencia a lo que os aferráis, porque, como ya te he desmostrado, la conciencia se puede crear fácilmente. Es la eternidad lo que anheláis. desde el momento en que se le prometió el alma, la humanidad no ha conseguido desviar la mirada. Esa alma habla de miedo. Y la Idea que florece en tiempos de miedo es la Idea que nunca podrá ser desalojada, apartada del camino. el alma te ofrece consuelo y a cambio sólo pide tu ignorancia. Es un canje que no puedes rechazar. Por eso clamas contra mí. Porque te aterra la verdad."

Este es un extracto de las páginas 120 y 121 de la edición de Salamandra. Nótese que "Idea" aparece escrito con mayúscula, como un nombre propio. Al final de la novela el lector tendrá una idea de porqué es un nombre propio. Del autor solo sé que nació en Nueva Zelanda en 1967 y que me alegro de haber leído su novela Génesis, que, por cierto, encontré en un Carrefour... donde menos se piensa...

 

Clásicos grecolatinos en Grossman VI

 

Atenas

 

 

Roma

Sexta y última alusión a la antigüedad grecolatina en la novela Vida y destino de Vasili Grossman. Estamos en las páginas 1010 y 1011 de la edición de Debolsillo, en el capítulo 46 de la Tercera Parte de la obra. Este capítulo transcurre durante el día 2 de febrero de 1943, el día de la rendición del ejército alemán en Stalingrado:

"En aquella hora la capital de la guerra mundial ya no existía. Los ojos de Hitler, Roosvelt y Churchill buscaban ya nuevos puntos de tensión en la guerra. Martilleando la mesa con su dedo índice, Stalin preguntaba al comandante en jefe del Estado Mayor General si los medios para el traslado de tropas de la retaguardia de Stalingrado hacia los nuevos frentes estaban listos. La capital mundial de la guerra, todavía un hervidero de generales y especialistas en el combate de calle, aún llena de armas, mapas de operaciones, trincheras de comunicación, había dejado de existir. Allí había comenzado una nueva existencia, parecida a las de la Atenas y la Roma actuales. Historiadores, guías de museos, profesores y alumnos eternamente aburridos, aunque todavía no visibles, se habían convertido en sus nuevos dueños".

Con este texto Grossman eleva Stalingrado a la altura de la más importante ciudad-estado de nuestra historia: Atenas; y también la iguala a la ciudad que fue capital del Imperio más grande y más duradero jamás conocido: Roma. Un gran reconocimiento para Stalingrado, y una muestra de cómo la historia se repite una y otra vez a pesar de ser conocida.

Stalingrado

Las ruinas son distintas, y aún así no dejan de ser ruinas. Ruinas que nos gritan que quedan en pie tan pocas piedras

como quedan seres humanos vivos.

De nuevo aparece la mención a los profesores de latín y griego, esos que irán acompañados de alumnos "eternamente aburridos", esos profesores que ya hemos comentado que en la literatura tradicionalmente son representados como seres poco brillantes. Con ellos se agrupan los historiadores y los guías de los museos. Grossman nos lo deja muy claro: nadie les hará caso, pero serán los únicos que recordarán lo que pasó con Stalingrado, con Roma y con Atenas; y se lo explicarán pormenorizadamente a todo aquel que atienda.

De esta forma, esta sexta mención a la antigüedad grecolatina cierra todas las alusiones anteriores, en las que aparecieron filósofos como Heráclito de Éfeso, escritores como Homero y Lucio Apuleyo, conquistadores como Alejandro Magno y un especialista universitario en un aspecto de la Grecia clásica.

En un rápido repaso recordemos que Sofia Ósipovna, que había leído a Homero, muere en una cámara de gas; que Dmitri Sháposhnikov acababa de leer El asno de oro de Apuleyo antes de ser encerrado en la Lubianka; que la cita ‘Todo fluye’ de Heráclito la pronuncia un encarcelado en esa misma Lubianka; que la alusión a Alejandro Magno nos aclara que desde el siglo III a.d.C. no se ha inventado nada nuevo en las tácticas de guerra; que los especialistas en la Grecia clásica no son capaces de recoger la basura sin llevarse un tortazo; y que, a pesar de conocer la historia de Atenas y de Roma, en pleno siglo XX fuimos capaces de crear una nueva ciudad en ruinas: Stalingrado. Grossman nos está haciendo recapacitar sobre lo que es específicamente humano, y los clásicos grecolatinos, o los seres que tienen que ver con ellos, son buenos modelos para averiguar qué nos diferencia del resto de especies que habitan este planeta. 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman V

 

Seguimos anotando las alusiones a la antigüedad grecolatina que hemos encontrado en Vida y destino de Vasili Grossman. La quinta alusión está en la página 984 de la edición de Debolsillo, o sea, en el capítulo 43 de la Tercera Parte de la novela. Se trata de una reflexión de un personaje encerrado en la Lubianka, edificio del que ya hemos hablado en la segunda entrega de esta serie sobre las apariciones de los clásicos grecolatinos en esta obra de Grossman. El personaje está siendo interrogado por el juez instructor y recuerda algo que ocurrió en la celda que comparte con otros presos:

"Ésas eran las palabras que había confiado a Bogoloyev en la celda. ¡Dios mío! Hatsenelenbogen le había dicho en broma: «Un griego sentenció: ‘Todo fluye’, y nosotros afirmamos: ‘Todos se chivan’»."

Esta cita nos remite primero al resto de la obra de Vasili Grossman, pues una de sus novelas se titula precisamente Todo fluye: ISBN, 978-84-8109-766-5. Editorial, GALAXIA GUTENBERG. Idioma, Castellano. N Páginas, 288.

El texto en sí, ‘Todo fluye’, o Παντα ρήι, es la máxima de Heráclito de Éfeso, filósofo del siglo V antes de Cristo, para el que el fundamento de todo es que todo cambia, todo nace y todo muere en un proceso de cambio constante. Al personaje de nuestra novela esto le resulta particularmente claro, no porque ‘Todos se chivan’, sino porque él ha pasado de ser un comisario a ser un detenido: de ser un hombre temido se ha convertido en un hombre temeroso. Heráclito tenía razón.

 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman IV

Clásicos grecolatinos en Grossman IV

 

Cuarta mención a la antigüedad grecolatina en Vida y destino de Vasili Grossman. Esta vez no se trata de un personaje ni de una obra de auqlla época, sino de uno de sus estudiosos quien protagoniza el pasaje que aparece en la página 963 de la edición en Debolsillo. El científico Víctor Pávlovich comunicó a su familia su intención de alistarse voluntario en el frente. Su hija no da crédito a lo que oye:

"- Conozco a una chica, Tonia Kogan, cuyo padre partió como voluntario; es un especialista en no sé qué área de la Grecia antigua y fue a parar a un regimiento de reserva en Penza. Allí le pusieron a limpiar despachos, a barrer. Un día pasó el capitán del regimiento y él, que no ve casi nada, le echó toda la basura encima; el otro, ni corto ni perezoso, le pegó un puñetazo en la oreja, tan fuerte que le rompió el tímpano."

Esta vez se trata de la descripción del erudito de humanidades, o del profesor de griego o latín, un personaje con mucho éxito a lo largo de la historia de la literatura y que se suele describir como enclenque, casi ciego como buen ratón de biblioteca, patoso, sin habilidades sociales, incapaz de liderazgo, relacionado con la mugre, el polvo, la suciedad y la basura, sea porque esta proviene de los manuscritos y legajos que maneja o de la poca atención que se presta a sí mismo y a lo que le rodea. Hay un libro titulado El profesor de latín en la literatura española de Francisco García Jurado y Javier Espino publicado en el Portal de Humanidades http://www.liceus.com

 

Clásicos grecolatinos en Grossman III

 

La tercera vez que Vasili Grossman en su novela Vida y destino alude a la cultura de la antigüedad clásica grecolatina se encuentra en la página 811 de Debolsillo, exactamente en el capítulo siete de la Tercera Parte de la obra. Es este uno de los capítulos que dedica Grossman a la batalla de Stalingrado. En la narración de las diferentes fases de aquella importante batalla de la Segunda Guerra Mundial, este capítulo reflexiona sobre la preparación del contraataque ruso sobre el ejército alemán:

"Se puede reservar la denominación de «genio» para aquellos que introducen en la vida ideas nuevas, ideas que se refieren a la sustancia y no al envoltorio, al eje y no a las espirales en torno al eje. Pero desde los tiempos de Alejandro Magno las innovaciones estratégicas y tácticas no tienen nada que ver con ese tipo de proezas divinas. Abrumada por el carácter monumental de las operaciones militares, la conciencia humana tiende a identificar las grandiosas batallas con las conquistas mentales de sus jefes militares.

La historia de las batallas muestra que los jefes militares no han introducido variantes significativas en las operaciones relacionadas con la ruptura de la defensa, el acoso, el cerco, la liquidación del enemigo: adoptan y ponen en práctica los principios que ya conocían los hombres de Neardenthal, aplicados, al fin y al cabo, por los lobos que cercan a las tropas y por las tropas que intentan defenderse de los lobos".

Alejandro Magno fue el gran general macedonio que antes de los 32 años había conquistado gran parte del mundo conocido y desconocido para los de entonces. Nadie llegó con su ejército tan lejos como llegó él. Y habría continuado conquistando tierras sino se hubieran sublevado sus soldados porque llevaban demasiado tiempo lejos de casa. Aún así, conociéndose la vida y las conquistas de este hombre del siglo III antes de Cristo, los generales posteriores (Aníbal, Julio César, Pompeyo, Marco Antonio, Carlos V, Napoleón, Hitler...) no aprendieron la lección, y todos perdieron cuando sus soldados estaban muy lejos de casa. De nuevo, el ejemplo grecolatino no es casual, pues Alejandro Magno fue, y sigue siendo, el más grande de los generales.

 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman II

 

  La segunda mención a la antigüedad clásica grecolatina que encontramos en Vida y destino de Vasili Grossman está en la página 798 de la edición de Debolsillo. El edificio, donde se llevaban a cabo los interrogatorios a los presuntos traidores a la patria rusa durante la Segunda Guerra Mundial, era llamado "la Lubianka". Allí entra para ser interrogado uno de los personajes de la novela, pero otros ya habían entrado antes de que comenzara esta ficción:

"Dmitri Sháposhnikov, el hermano de Yevguenia Nikoláyevna, había entrado una vez en este edificio con un pequeño atillo blanco preparado por su mujer: una toalla, jabón, dos mudas de ropa interior, un cepillo de dientes, calcetines y tres pañuelos. Había franqueado la puerta conservando en la memoria las cinco cifras de su número de carné del Partido, su escritorio de representante comercial en París, el coche cama, donde, en su trayecto hacia Crimen, había aclarado su relación con su mujer, bebido agua mineral y hojeado, entre bostezos, El asno de oro".

Esta segunda referencia a la cultura clásica es una referencia latina: la novela de Apuleyo, El asno de oro o la metamorfosis. Es la única novela latina que conservamos completa y se trata de un viaje narrado en primera persona. El viaje de placer de Apuleyo se convierte en cierto momento en un viaje inciático religioso que lo llevará primero a transformarse en burro para finalmente ser salvado por la diosa Isis.

Los paralelismos que se pueden trazar con el párrafo reseñado de Grossman son variados. El viaje de Dmitri al interior de la Lubianka, que aún no lo sabe el lector pero es premonitorio del viaje que realizará después otro de los personajes de la novela. Cómo se transforman o metamorfosean los que entran en la Lubianka tras ser interrogados bajo tortura durante agotadoras sesiones que se alargan días y noches. De la Lubianka nadie escapa, solo un dios o jefe de estado podría salvar a alguien encerrado en la Lubianka. Entrar en ese edificio es iniciar un viaje de no retorno, más o menos largo, hacia la muerte.

 

 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman I

Comienzo aquí una serie de entradas en las que voy a ir desgranando las alusiones a personajes y obras de la antigüedad clásica grecolatina que aparecen en la obra de mi anterior entrada: Vida y destino de Vasili Grossman. 

Son tan solo seis citas. No son muchas si tenemos en cuenta que el libro en su edición en Debolsillo tiene 1104 páginas. Aún así me parecen interesantes porque las seis citas aparecen concentradas en poco más de trescientas páginas, entre la 706 y la 1011, esto es, entre el final de la Segunda Parte y el principio de la Tercera Parte de la novela, por lo tanto en lo que podemos llamar el momento del desenlace de la obra, cuando empieza a resolverse todo lo que se puso en marcha en la presentación y se ha ido desarrollando en el nudo. Así que en el momento en el que el autor empieza a contar lo que en realidad quería contar, aparecen los clásicos grecolatinos, las referencias al alba de la cultura Occidental.

Hoy solo voy a transcribir la primera de las citas, la que aparece en la página 706. La protagonista es Sofia Ósipovna, una médico judía soltera que acaba de entrar en una cámara de gas de un campo de concentración nazi, llevando en sus brazos al pequeño David que ha encontrado huérfano al bajar del tren que los ha trasladado hasta allí:

"Sus ojos, que habían leído a Homero, el Izvestia, Las aventuras de Hukleberry Finn, a Mayne Reid, la Lógica de Hegel, que habían visto gente buen y mala, que habían visto gansos en los vastos prados de Kursk, estrellas en el observatorio de Púlkovo, el brillo del acero quirúrgico, La Gioconda en el Louvre, tomates y nabos en los puestos del mercado, las aguas azules del lago Issik-Kul, ahora ya no eran necesarios".

Primera cita y el primer citado es Homero, como debe ser, pues es el primer escritor del que tenemos cierta constancia, el escritor de las obras más antiguas que conservamos, esas obras que contienen la narración más antigua que conocemos en Occidente de una guerra, la narración más antigua de las batallas en las que los hombres en enfrentan unos a otros y en las que el perdedor muere a manos de su enemigo y el vencedor mata y arrasa todo lo que encuentra a su paso. No es casualidad que la primera mención sea para Homero, pero, más allá todavía, no es solo bello que cuando Grossman describe la muerte de un ser humano en una cámara de gas nos recuerde que ese ser humano había leído a Homero. Ese ser humano es la humanidad, y Homero aparece para recordarnos que seguimos siendo aquella misma humanidad, la que mata y arrasa y muere desde el principio de los tiempos.

El final del capítulo, el 49, es así:

"[...]..., y el niño con su cuerpecito de pájaro se había ido antes que ella.

«Soy madre», pensó.

Ése fue su último pensamiento.

Pero en su corazón todavía había vida: se comprimía, sufría, se compadecía de vosotros, tanto de los vivos como de los muertos. Sofia Ósipovna sintió náuseas. Presionó a David contra sí, ahora un muñeco, y murió, también muñeca."

Sofia Ósipovna Levinton se compadecía de nosotros, hoy vivos, y de los muertos, de los que ha habido desde el inicio del mundo.

 

 

El placer de leer tiene la cualidad de repetirse con la misma intensidad que el primer día cada vez que te enfrentas a la página escrita. Pero hoy voy a hacer algo por primera vez: reproducir una página escrita en un libro que no he inventado.

Dice así:

"Una máquina eléctrica puede efectuar cálculos matemáticos, memorizar acontecimientos históricos, jugar al ajedrez, traducir libros de una lengua a otra. supera al hombre en su capacidad de solucionar con mayor rapidez problemas matemáticos; su memoria es impecable.

¿Existe un límite al progreso que crea máquinas a imagen y semejanza del hombre? Evidentemente la respuesta es no.

Se puede imaginar la máquina de los siglos y milenios futuros. Escuchará música, sabrá apreciar la pintura, ella misma pintará cuadros, compondrá melodías, escribirá versos.

¿Hay un límite a su perfeccionamiento? ¿Podrá ser comparada a un hombre? ¿Lo sobrepasará?

La reproducción del hombre por parte de la máquina necesitará cada vez más electrónica, volumen y superficie.

El recuerdo de la infancia, las lágrimas de felicidad, la amargura de la separación, el amor a la libertad, la compasión hacia un perrito enfermo, la aprensión, la ternura maternal, la reflexión sobre la muerte, la tristeza, la amistad, la esperanza repentina, la suposición feliz, la melancolía, la alegría inmotivada, la turbación inesperada...

¡Todo, la máquina lo reproducirá todo! Sin embargo, sobre la Tierra no abrá lugar suficiente para colocar la máquina, esa máquina cuyas dimensiones siempre continuarán creciendo en medida y peso como si intentara recrear las particularidades de la mente y el alma del hombre medio, del hombre insignificante.

El fascismo aniquiló a decenas de millones de hombres."

Hace unos días aparecía un reportaje en un diario sobre los servidores de grandes empresas de internet, como Google. Comentaba el periodista que, por evidentes causas de seguridad, los servidores de esas grandes empresas nunca se mostraban y en realidad se guardaba bajo el máximo secreto su ubicación o ubicaciones. 

Es comprensible, tal como están las cosas no sería agradable encontrarse sin internet. Sin embargo, tras leer esta página de Grossman, me doy cuenta de que nosotros, el insignificante hombre medio, seguimos estando más expuestos que todas esas máquinas a las que se esconde con tanto celo y se cuida con tanto mimo.

 

Tercero

Tercero

Hace un mes empecé a trabajar en un instituto de secundaria. Hoy me he despedido de mis compañeros y de algunos de mis alumnos. No ha sido posible despedirse de todos porque estaban en sus clases. Ha sido un gran mes. Los compañeros que he conocido me han enseñado mucho sobre mí misma, sobre la enseñanza y sobre la humanidad en general. He encontrado profesores que pagan de su bolsillo los libros de los alumnos que no tienen dinero, profesores que se toman lo que se dice de sus alumnos como algo personal, profesores que lloran cuando una clase se les va de las manos, profesores que comprenden y acompañan, que exigen y ayudan. En fin, profesores de esos que la prensa nunca menciona. Y ¡cuánto me alegro de que la prensa los deje en paz! También, claro, hay otro tipo de profesores. Profesores que no se entienden con sus alumnos, profesores a los que les gustaría estar en otro sitio, profesores que sueñan con el día de la jubilación. Claro que sí. Y está bien. Pero, según mi experiencia, estos son minoría. Ha sido mi primera experiencia, y va a ser inolvidable. Hoy, si no fuese por ellos y para ellos, no estaría escribiendo estas líneas. Estoy cansada. He empezado esta misma mañana en mi nuevo destino. 

En la hora de las despedidas he recibido unos cálidos abrazos que no me esperaba. Nuestro oficio nos depara muchas despedidas y muchas bienvenidas, por lo que se puede pensar que somos gente curtida en estos menesteres. Pero no ha habido ni un solo gesto mecánico, ni un pequeño ademán repetitivo o aburrido. He recibido sinceros deseos de volver a vernos. Espero que pueda ser, que podamos encontrarnos en otros momentos de nuestra vida y seguir disfrutando de los afectos que acabamos de crear en estos días. Y si no es así, el recuerdo será reconfortante. Me he llevado, con todas estas muestras de cariño, una sensación de compañía y desinteresada acogida que va a perdurar por siempre. Me han ayudado, me han escuchado, me han aceptado. Sé que no hay palabras para decir todo lo que hemos compartido en tan pocos días. No voy a buscarlas. Me quedo con lo que siento.

En cuanto a los alumnos poco puedo decir. Son personas muy jóvenes, que no tienen toda la información, que responden casi instintivamente a los estímulos que se les presentan, que tienen toda la vida por delante. A veces da un poco de vértigo ver ese montón de vida que tienen sin estrenar. Ellos también me han enseñado. Primero me han enseñado a dar clase, y después me han enseñado a ser persona. Los he tratado con todo el respeto que se merecen, que es todo. Ellos, por tanto, me han devuelto también un trato respetuoso, porque son muy generosos, con esa gran generosidad que tienen las personas que no saben que están siendo generosas y que viven a golpe de corazón porque no tienen aún un esquema de razones para justificar lo injustificable en su estructura cerebral. 

Por tanto, a todos gracias, gracias y gracias y hasta pronto. 

(Imagen: Acuarela de Ángeles Felices ©)

Segundo

Segundo

Hoy he sabido que me han citado para trabajar de profe en Educación Secundaria. Está bien. Supongo que tengo tantos nervios como los alumnos que acaban de comenzar el curso y todavía no han tenido profe hasta ahora o tienen que conocer mañana a un profe nuevo que va a ser distinto del que han conocido durante estos últimos días. 

Los cambios siempre resultan ser un momento de crisis. Lo nuevo, lo desconocido, lo que no se ha hecho antes, da un poco de miedo. En general me gustan los cambios, pero según pasan los años me doy cuenta de que ahora me gustan porque sé que son buenos, que te enseñan cosas de ti, y no me gustan solo porque sea una cabeza loca que no quiere sentar la cabeza. 

He cambiado mucho. No solo de lugar donde vivir, de colegio, instituto, y universidad donde estudiar, también de modo de pensar, de sentir, de entender, de acercarme a los demás. Para todo ello ha sido necesario enfrentarse a muchos cambios, a muchas crisis. Y hasta ahora, no veo porque no había de seguir siendo así, todo ha sido para bien, aunque me haya llevado algún que otro susto y me haya metido en algún que otro lío. Nada grave. En general, si uno no pone todo su empeño en que ocurran cosas graves no suceden. Para todo hay que esforzarse, incluso para que te pasen cosas poco agradables. 

Mañana será un día de cambios. Son buenos los cambios. Si no cambiamos, si no nos metemos en crisis, no podemos decir que estemos viviendo. Bien, quiero decir, que si no cambio, si no me meto en crisis, no puedo decir que esté viviendo. Personalizar, en primera del singular, es la única forma de protagonizar lo que te sucede. La primera del plural, ese nosotros genérico, te deja fuera de las vivencias y las sensaciones. Y mi vida no le ocurre a otros, me ocurre a mí y solo a mí. No le ocurre a mi pareja, ni a nadie de mi familia, ni a mis vecinos... Solo a mí. Lo cual está muy bien, porque sino no sería mi vida, mi única vida. Una vida que estoy intentando bordar con todo el primor. Aunque el bordado nunca haya sido mi fuerte. Tendrá buenas puntadas y malas puntadas, pero tanto unas como otras serán mis puntadas.

Empiezo una nueva etapa. Me gusta decir que empiezo una nueva vida. Es cierto. Es algo nuevo, y es algo que requiere que ponga en escena partes de mí que hasta ahora no he puesto a trabajar. Descubriré mucho de mí. Algunos de esos descubrimientos me gustarán, otros no. Es lo que debe pasar. Y los mejores descubrimientos serán precisamente esos que no me gusten. Son los únicos que me harán un poco más ser humano. Un ser humano lleno de defectos, capaz de cometer errores, e incluso de volverlos a cometer. Si no fuese así no podría sentirme parte de la humanidad. No podría entender y aceptar los errores y defectos ajenos. No podría querer a otro ser humano. No podría quererme a mí. Por eso, ya hoy, me perdono todo lo mal que o voy a hacer y me felicito por lo poco bueno que consiga. El uno de octubre de dos mil ocho va a ser un buen día. 

(Imagen: Litografía de Tomomi Ono ©)

EL PRIMERO

EL PRIMERO

Comenzar a escribir este blog no ha sido tarea fácil. Hace varios días que lo abrí con mi amiga Ana Rosa Díaz, pero no he puesto una palabra hasta hoy. Después de darle muchas vueltas he resulelto comenzar por donde han comenzado muchísimos de los libros que he leído, por la captatio benevolentiae, que si bien no conseguirá por sí sola que lo que yo escriba sea mejor, al menos cumplirá con una parte primordial de la comunicación: empezar a comunicar y hacerlo con toda la humildad posible. 

Precisamente ha sido la humildad uno de los temas en los que más he estado pensando estos días en los que no me decidía a comenzar a escribir en este blog. El hecho de escribir en un soporte que pueden visitar otras personas es poco humilde, desde cierto punto de vista. La respuesta puede ser intentar escribir lo mejor que uno pueda, o lo que uno entienda que pueda ser interesante para otros, o escribir algo contrastado y avalado con autoridades que lo hagan incontestable... En fin, que no estaba siendo nada humilde al pensar en el hecho de ponerme a escribir. Hace pocos días, mi profesor, Francisco García Jurado, me avisaba de la necesidad de ser humilde a la hora de redactar mi Tesis de Máster. Claro, me sentó mal que me lo dijera, porque no creí que se me pudiese tachar de soberbia al escribir un trabajo de investigación después de haberme preocupado en formarme y haber finalizado dos licenciaturas. Pero tenía toda la razón, no estaba siendo humilde, o no lo estaba siendo en lo que lo tenía que ser. 

Ciertamente me pilló por donde más me fastidia. Reconozco que, en general, prefiero no ser humilde. Es por defecto, como en los ordenadores hay sistema operativo en mí hay hybris. No tengo ninguna razón objetiva para ser soberbia, tampoco subjetiva, pero hay una tendencia que enmascara mi inseguridad constante. Hoy mismo he tenido una de esas experiencias. Mi pareja no me dirigía la palabra desde ayer. Yo consideré que quizá estaba cansado y eso le había bajado la energía; que no tenía ni tiempo ni fuerzas para darme conversación. Pero al preguntarle si todo estaba bien él me ha respondido preguntándome lo mismo, porque había notado que yo había bajado mi tono vital desde ayer. Así que estábamos los dos haciendo lo mejor por el otro, no molestar, mientras en realidad no había necesidad de embarcarse en ese trabajo. 

La humildad no es siempre útil, por lo menos no siempre que está mal entendida. Me doy cuenta de que ser humilde no quiere decir rebajarse ante nadie, ni sentirse menos que otro, ni autoculparse por no ser suficiente. Esa humildad mal entendida nos llena de rabia, y por tanto de culpa, y solo sirve para, después de todo, no ser humilde. La humildad de la que hablo es la que te hace buscar información, no dar por supuesto que a ti se te han ocurrido las cosas por primera vez, ser consciente de que el resto de personas del mundo existen y que antes han existido muchísimas más que se dieron de bruces con los mismos problemas e intentaron darles solución. Es humilde conceder a los fracasos de los otros y a los propios la facultad de ser pasos adelante que mejoran el mundo. Que sobre todo mejoran mi pequeño mundo. Y eso, por ahora, es suficiente.