Segundo
Hoy he sabido que me han citado para trabajar de profe en Educación Secundaria. Está bien. Supongo que tengo tantos nervios como los alumnos que acaban de comenzar el curso y todavía no han tenido profe hasta ahora o tienen que conocer mañana a un profe nuevo que va a ser distinto del que han conocido durante estos últimos días.
Los cambios siempre resultan ser un momento de crisis. Lo nuevo, lo desconocido, lo que no se ha hecho antes, da un poco de miedo. En general me gustan los cambios, pero según pasan los años me doy cuenta de que ahora me gustan porque sé que son buenos, que te enseñan cosas de ti, y no me gustan solo porque sea una cabeza loca que no quiere sentar la cabeza.
He cambiado mucho. No solo de lugar donde vivir, de colegio, instituto, y universidad donde estudiar, también de modo de pensar, de sentir, de entender, de acercarme a los demás. Para todo ello ha sido necesario enfrentarse a muchos cambios, a muchas crisis. Y hasta ahora, no veo porque no había de seguir siendo así, todo ha sido para bien, aunque me haya llevado algún que otro susto y me haya metido en algún que otro lío. Nada grave. En general, si uno no pone todo su empeño en que ocurran cosas graves no suceden. Para todo hay que esforzarse, incluso para que te pasen cosas poco agradables.
Mañana será un día de cambios. Son buenos los cambios. Si no cambiamos, si no nos metemos en crisis, no podemos decir que estemos viviendo. Bien, quiero decir, que si no cambio, si no me meto en crisis, no puedo decir que esté viviendo. Personalizar, en primera del singular, es la única forma de protagonizar lo que te sucede. La primera del plural, ese nosotros genérico, te deja fuera de las vivencias y las sensaciones. Y mi vida no le ocurre a otros, me ocurre a mí y solo a mí. No le ocurre a mi pareja, ni a nadie de mi familia, ni a mis vecinos... Solo a mí. Lo cual está muy bien, porque sino no sería mi vida, mi única vida. Una vida que estoy intentando bordar con todo el primor. Aunque el bordado nunca haya sido mi fuerte. Tendrá buenas puntadas y malas puntadas, pero tanto unas como otras serán mis puntadas.
Empiezo una nueva etapa. Me gusta decir que empiezo una nueva vida. Es cierto. Es algo nuevo, y es algo que requiere que ponga en escena partes de mí que hasta ahora no he puesto a trabajar. Descubriré mucho de mí. Algunos de esos descubrimientos me gustarán, otros no. Es lo que debe pasar. Y los mejores descubrimientos serán precisamente esos que no me gusten. Son los únicos que me harán un poco más ser humano. Un ser humano lleno de defectos, capaz de cometer errores, e incluso de volverlos a cometer. Si no fuese así no podría sentirme parte de la humanidad. No podría entender y aceptar los errores y defectos ajenos. No podría querer a otro ser humano. No podría quererme a mí. Por eso, ya hoy, me perdono todo lo mal que o voy a hacer y me felicito por lo poco bueno que consiga. El uno de octubre de dos mil ocho va a ser un buen día.
(Imagen: Litografía de Tomomi Ono ©)
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