Tercero
Hace un mes empecé a trabajar en un instituto de secundaria. Hoy me he despedido de mis compañeros y de algunos de mis alumnos. No ha sido posible despedirse de todos porque estaban en sus clases. Ha sido un gran mes. Los compañeros que he conocido me han enseñado mucho sobre mí misma, sobre la enseñanza y sobre la humanidad en general. He encontrado profesores que pagan de su bolsillo los libros de los alumnos que no tienen dinero, profesores que se toman lo que se dice de sus alumnos como algo personal, profesores que lloran cuando una clase se les va de las manos, profesores que comprenden y acompañan, que exigen y ayudan. En fin, profesores de esos que la prensa nunca menciona. Y ¡cuánto me alegro de que la prensa los deje en paz! También, claro, hay otro tipo de profesores. Profesores que no se entienden con sus alumnos, profesores a los que les gustaría estar en otro sitio, profesores que sueñan con el día de la jubilación. Claro que sí. Y está bien. Pero, según mi experiencia, estos son minoría. Ha sido mi primera experiencia, y va a ser inolvidable. Hoy, si no fuese por ellos y para ellos, no estaría escribiendo estas líneas. Estoy cansada. He empezado esta misma mañana en mi nuevo destino.
En la hora de las despedidas he recibido unos cálidos abrazos que no me esperaba. Nuestro oficio nos depara muchas despedidas y muchas bienvenidas, por lo que se puede pensar que somos gente curtida en estos menesteres. Pero no ha habido ni un solo gesto mecánico, ni un pequeño ademán repetitivo o aburrido. He recibido sinceros deseos de volver a vernos. Espero que pueda ser, que podamos encontrarnos en otros momentos de nuestra vida y seguir disfrutando de los afectos que acabamos de crear en estos días. Y si no es así, el recuerdo será reconfortante. Me he llevado, con todas estas muestras de cariño, una sensación de compañía y desinteresada acogida que va a perdurar por siempre. Me han ayudado, me han escuchado, me han aceptado. Sé que no hay palabras para decir todo lo que hemos compartido en tan pocos días. No voy a buscarlas. Me quedo con lo que siento.
En cuanto a los alumnos poco puedo decir. Son personas muy jóvenes, que no tienen toda la información, que responden casi instintivamente a los estímulos que se les presentan, que tienen toda la vida por delante. A veces da un poco de vértigo ver ese montón de vida que tienen sin estrenar. Ellos también me han enseñado. Primero me han enseñado a dar clase, y después me han enseñado a ser persona. Los he tratado con todo el respeto que se merecen, que es todo. Ellos, por tanto, me han devuelto también un trato respetuoso, porque son muy generosos, con esa gran generosidad que tienen las personas que no saben que están siendo generosas y que viven a golpe de corazón porque no tienen aún un esquema de razones para justificar lo injustificable en su estructura cerebral.
Por tanto, a todos gracias, gracias y gracias y hasta pronto.
(Imagen: Acuarela de Ángeles Felices ©)
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