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Literatura

"Los fiscales" de L. Davis

 

Se trata de la decimoquinta novela de Lindsey Davis protagonizada por su personaje habitual Marco Didio Falco, un informante (detective) romano que vive el final de la dinastía Julio-Claudia y el principio de la dinastía Flavia.

Corre el otoño del año 75 de nuestra era, en el poder se encuentra Tito Flavio Vespasiano (9-79), el primer emperador de la dinastía Flavia, que comparte los asuntos políticos con su hijo mayor, al que todos conocen como Tito César. 

 

Falco es un hombre libre de linaje romano que tiene el cargo de alimentar a las aves sagradas del templo de Juno, cargo que se recibe directamente del Emperador. Acaba de volver a instalarse en Roma con su noble esposa, Helena Julia, y sus dos hijas, en una humilde casa unifamiliar, que fue de su padre, con pocos muebles. Convive con ellos una joven, Albia, de Britania, el último destino de Falco, que no quiso separarse de la familia romana cuando decidió volver a Italia.

La novela comienza con la noticia del juicio que se sigue contra Rubirio Metelo por tráfico de influencias mientras su único hijo varón, Metelo Negrino, era edil curul a cargo del mantenimiento de las carreteras. Por ser los Metelo de la clase senatorial el juicio tiene lugar en el Senado, el defensor es Pacio Africano, y el acusador Silio Itálico. Éste último contrata los servicios de Falco para ir a recoger una declaración jurada fuera de Roma. Falco envía a uno de sus cuñados, Camilo Justino, un joven recién casado y que está esperando su primer hijo.

            El juicio termina con la condena de Metelo, lo que significa que Metelo debe pagar una gran cantidad de dinero a Silio Itálico, en concepto de indemnización, pero poco después Metelo aparece muerto, al parecer por suicidio. Esta era una forma de librar a la familia de la pérdida del patrimonio: el acusado se suicidaba, muchas veces aconsejado por su propio abogado, siete amigos de sus misma clase senatorial lo visitaban en su lecho de muerte para certificar que era él y que era suicidio y la familia no tenía que hacerse cargo de los pagos.

Pero, el que debía cobrar, Silio Itálico, quiere que Falco investigue si fue realmente suicidio. Falco averigua que una de las hijas de Metelo, efectivamente, compró cicuta a un farmacéutico griego del foro, pero como su padre no parecía muy convencido de querer morir, le pidió al mercader que le hiciera algo a la cicuta para que su padre pudiese arrepentirse habiéndola tomado. El farmacéutico metió la cicuta en bolitas vacías de oro, y le aseguró a la hija de Metelo de que así eran inocuas.

Silio Itálico decide llevar a juicio a la hija de Metelo, y Pacio Africano vuelve a defender a la familia, de forma que insta al farmacéutico a tomarse delante del tribunal una de las bolitas de oro que quedan de la caja que le vendió a la chica. El griego lo hace y... no muere, por lo que la joven queda absuelta.

Entonces Silio decide acusar al hijo de Metelo, que no se sabe dónde está. Falco no acepta seguir trabajando para Silio Itálico, no le gusta. Cuando Falco regresa a su casa encuentra allí a Metelo Negrino, asustado, que lo quiere contratar como abogado. Falco no quiere ser su abogado, entre otras cosas porque no podría serlo ante el Senado, pues él no es senador. Decide ayudar de alguna forma a Negrino y lo instala en casa de la más joven de las hijas de Metelo, pues al parecer el chico se lleva muy mal con su madre viuda.

Negrino niega haber matado a su padre y defiende que fue suicidio. Falco no entiende qué pasa, porque se da cuenta de que suicidio exactamente no fue. Empieza a investigar y una noche en una calle recibe una paliza de unos desconocidos. Después llega la noticia de que Pacio Africano y Silio Itálico se han unido para acusar a Negrino de asesinar a su padre. La testigo principal del caso será la propia madre de Negrino, la viuda. Falco pregunta a Negrino qué pasa, pero ni él ni nadie de su familia abre la boca. Finalmente, Negrino decide contratar a un abogado, Honorio, y se lo presenta a Falco para que trabajen juntos. A Falco no le gusta el abogado, porque es joven y falto de experiencia, y porque fue ayudante de Silio Itálico hasta hace dos días. Honorio da su palabra de hacer todo lo posible por Negrino y Falco lo acepta.

Falco está muy perdido, sin conseguir información, y pide ayuda a su esposa, pues el padre de Helena Justina es senador y conoce bien a todos los personajes de esta historia: los Metelo, Silio Itálico y Pacio Africano; así, averigua algunas cosas interesantes del pasado de todos ellos.

Mientras tanto, Falco ha intentado varias veces hablar con la viuda de Metelo, Calpurnia Cara, pero el mayordomo siempre lo ha echado de su casa. Por fin, un día Falco entra en la casa con Negrino y antes de que se vayan aparece Calpurnia y la interroga. Por ella sabe que en el testamento de Metelo su familia no queda muy bien parada, sino que les ha dejado lo mínimo que ordena la ley. Falco quiere saber quién se quedará con la fortuna de los Metelo, pero nadie le contesta. Decide ir al registro de testamentos. Allí averigua que el testamento fue abierto poco después de morir Metelo por Pacio Africano, pero que lo han vuelto a sellar y no puede ser leído. Necesita saber qué pone en las tablillas y decide con Honorio que llevará a juicio por asesinato a Calpurnia Cara para que se les permita ver el testamento, y porque consideran que Calpurnia tenía que haber hecho algo terrible a su marido para que este prácticamente la dejara en la indigencia, pues a su edad era improbable que se volviese a casar como mandaba la ley, pues ya no podía tener hijos.

Ante el pretor que decide si se aceptan o no las acusaciones y por tanto da licencia para que comience un juicio, se presentan Honorio y Falco como acusadores y, curiosamente, Silio Itálico y Pacio Africano como defensores de Calpurnia (lo que hace sopsechar a Falco que lo malo que hizo Calpurnia a su marido fue ser amante de Pacio Africano). Honorio y Falco solicitan que el juicio no se haga en el senado, donde Falco no podría hablar, sino en el tribunal de homicidios, un tribunal presidido por un juez no senatorial. Al ser la acusada una mujer, se lo conceden.

Consiguen la orden para poder revisar el testamento de Metelo y aparece la sorpresa, la persona designada como heredera es una tal Safia Donata, ex-esposa de Negrino y embarazada de un hijo de este. Inmediatamente Falco sospecha que Metelo tenía una aventura con Safia, y que posiblemente su embarazo sea de él. La familia Metelo ni afirma ni niega tal relación.

Comienza el juicio, creen que todo puede salir bien pues la sospechada aventura de Metelo con Safia puede ser la razón por la que Calpurnia matara a su marido. Honorio hace un magnífico discurso en contra de la maldad de las mujeres, dejando entrever que Metelo y Safia tenían relaciones que seguramente comenzaron cuando Metelo supo que Calpurnia era amante de Pacio Africano. Para relatar el pasado lleno de corruptelas y curiosidades de Pacio Africano y Silio Itálico, Honorio cede la palabra a Falco. Falco reúne las pruebas y hace un discurso muy bueno, tanto que Africano e Itálico le encargan a un aliado que acuse a Falco ante el pretor por sacrílego, aduciendo que no cuida a las aves sagradas. Esto hace que Falco no pueda asistir al juicio los días siguientes, pues tiene que presentarse ante el pretor y este, a veces, disfruta haciendo que le esperen incluso durante varios días. Lo absolverán porque no hay pruebas, de hecho él va poco, pero de vez en cuando va para recoger los huevos.

Mientras tanto, Safia se pone de parto. Eso significa que no se le puede llamar como testigo, pero también le da pistas a Falco, pues la joven está siendo ayudada en el parto por unas comadronas muy conocidas en Roma por las familias más nobles, y por su primer marido, Lutea, de quien se divorció para casarse con Negrino. Falco sospecha que se casó con el hijo de Metelo para poder acercarse al padre. Eso significaría que Lutea y Safia eran estafadores de alto copete y que Calpurnia sería inocente. Eso a Falco no le viene nada bien, pues acusar a un inocente implica que el juez impone una multa al acusador, y esa multa arruinaría a Falco.

El informante decide hablar con su propia madre, una mujer de edad que conoce bien los entresijos de las familias nobles, y averigua cosas de las comadronas de Safia. Estas tienen una especie de guardería, donde las madres que no quieren cuidar a sus pequeños, los dejan durante toda su infancia y luego los recogen en la adolescencia. Algunas veces, cuando el niño muere, las madres pueden llevarse a otro que nadie ha venido a recoger o que no es de alta cuna.

Safia muere durante el parto y el mayordomo de Calpurnia confiesa a Falco que la última comida de Metelo se la envió Safia: era comida envenenada. Falco está perdido, deberá pagar por haber acusado a una inocente. El juez fija la indemnización de Falco a los defensores de Calpurnia en medio millón de sestercios, cantidad que Falco sabe que no conseguirá reunir en el resto de su vida.

Falco reúne a la familia Metelo. Estos invitan a cenar a todos los Falco y hablan por primera vez en confianza, aunque no dicen nada. Falco y Helena Justina dicen las cosas y los Metelo asienten y comentan.

Metelo padre nunca tuvo una aventura con Safia. Esta conocía un secreto de la familia. Calpurnia había dado a luz a un varón y lo dejó en casa de las comadronas, con la mala suerte de que cuando fue a buscarlo había muerto, y se llevó a otro niño, Negrino. Safia lo supo por las comadronas y chantajeó a Metelo con hacerlo público. Toda la familia se alió con Metelo padre porque amaban a Negrino como a uno más de ellos, así que pagaban el chantaje a Safia, por eso comenzó el tráfico de influencias que llevó a Metelo a ser juzgado y declarado culpable. Cuando Safia lo supo, para no quedarse sin herencia, envió comida envenenada a Metelo.

Falco se da cuenta de que si el testamento fue hecho dos años antes y el testamentario había sido Pacio Africano, significaba que el abogado debía de saber algo sobre el secreto de los Metelo, pues sino no hubiese permitido a Metelo dejar a su familia sin herencia.

Con esta sospecha, Falco se entrevista con Silio Itálico, comprobado amigo de Africano, y le dice que sabe que los dos abogados se aliaron para desplumar a Metelo, al que vigilaban desde que se hiciera el testamento en favor de Safia. A cambio de no denunciarles, Falco le pide que abone la indemnización de medio millón de sestercios. Silio se compromete a hacerlo a través de Honorio, que ha vuelto con él.

Falco vuelve a casa, agotado pero con posibilidades de salir adelante. Negrino se va a las fincas de fuera de Roma de su padre, que sus hermanas le regalan para que empiece una nueva vida junto a su hijo recién nacido.

El único que no paga un precio por sus delitos es el primer marido de Safia, Lutea, que pertenece a esa clase de hombres de buena familia que no saben ganarse la vida trabajando pero no pueden prescindir de la buena lana para sus túnicas ni de los finos afeites para sus cuerpos.

 

FIN

 

"Tenemos que hablar de Kevin" de Lionel Shriver

"Pero tiene que ser posible conquistar la devoción forzando el antagonismo hasta las últimas consecuencias, y atraer así a las personas mediante la propia acción de castigarlas"

Pocas citas me han resultado tan impresionantes como esta de Tenemos que hablar de Kevin, de la escritora Lionel Shriver, publicado en España por Anagrama, en su Colección Compactos.

  Lo que no es de extrañar es que esta cita pertenezca a este libro, pues todo él es igualmente impresionante. El tema es abrumador: relato epistolar de una madre desde la decisión de tener un bebé hasta que este hijo suyo protagoniza una matanza en un instituto de Estados Unidos.

Es curioso que no se trate de una exculpación, ni de una solicitud de perdón, ni de hablar de algo que no se sabe cómo sucedió y que nunca se sabrá. Lo curioso es que hay respuestas, aunque estas no nos gusten nada de nada. Es admirable la valentía de Shriver, que al parecer a suscitado grandes polémicas con su novela. No entiendo porqué. Tiene razón en todo. Los hijos son esos extraños que nos resultan extraños porque no queremos ver en ellos lo mucho que hay de nosotros mismos y para no "vernos" no los miramos y no intentamos entenderlos, así que no pueden ser otra cosa que seres desconocidos. Ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos, y, lo que es todavía más grave, no queremos saber de nosotros mismos. Por tanto, cuando aparece un hijo y nos pone delante un espejo, no lo reconocemos, y, si lo reconocemos, no lo aceptamos y miramos hacia otro lado, relacionándonos con un hijo inventado.

Shriver lo explica magistralmente, pormenorizadamente, dando un montón de detalles de cómo un bebé se puede convertir en un psicópata. Lo que duele, creo, a la sociedad adulta occidental, es que para convertirse en un psicópata entre los psicópatas, o sea, en un ser completamente falto de empatía y capaz de asesinar con calculadora cabeza y sangre fría, decía, que para convertirse en ese psicópata necesita de los adultos que lo rodean: sus padres. Y la autora, con muy buen criterio, va más allá, y no nos muestra tan solo a sus padres, sino que nos da también unas indicaciones de los abuelos y los tíos del chaval, y a algunos de sus profesores.

Esto, presentar todo el árbol genealógico y analizarlo, es lo que hace la Psicología Sistémica. No sé mucho más. Claro que se podrá aducir que, sabiendo cómo acaba todo, es fácil ver que lo que ocurrió se estaba gestando en esa familia disfuncional. Pero lo cierto es que Shriver no presenta a una familia especialmente disfuncional. Es una familia como todas, con sus sueños y sus desencuentros... como todas. Entonces ¿por qué digo que se encuentran respuestas en la novela? Porque está meridianamente claro que cuando uno se da cuenta, o le parece, o se huele que hay problemas de relación, estaría bien ser lo suficientemente humilde para buscar ayuda profesional. Y aquí es donde está el verdadero mal de nuestra civilización actual, en esa palabra que ha pasado inadvertida de mi frase anterior: humilde. Y de esto, de la humildad, ya escribí en mi primer post.

"El orden alfabético" Juan José Millás

En español tenemos dos sustantivos sinónimos para designar la lista de letras que usamos en nuestra escritura: alfabeto y abecedario. Según la Real Academia de la Lengua, estos dos sustantivos solo tienen un adjetivo común: alfabético. No existe el adjetivo *abecedárico. Por tanto, la RAE incluye en su entrada ’abecedario’ la expresión ’orden alfabético’, y, por tanto, ya no la incluye ni en la entrada ’alfabeto’ ni en la entrada ’alfabético’. Estos son los hechos, no están mal, ni bien, ni regular; son.

Como tengo cierta deformación profesional, no puedo dejar de pensar en estos hechos, que no me llevan a ninguna conclusión y de los que no se sucede ninguna teoría. Simplemente se cumple una de las reglas de la gramática. Abecedario es una palabra que hemos tomado para el español desde el latín tardío. Es un nombre motivado, ya que nombra las cuatro primeras letras del orden: A, B, C, D. En esto se separa de la máxima estructuralista: el lenguaje es inmotivado. Pero a alfabeto le ocurre lo mismo, porque, aunque es una palabra que hemos tomado para el español desde el griego antiguo, también nombra las dos primeras letras del ’abecedario’, pues el alfabeto griego, en esas dos primeras letras, coincide con el español: alfa y beta, se corresponden con nuestras A y B.

El orden alfabético La trama de la novela de Millás está relacionada con la necesidad que tiene el protagonista de mantener el orden alfabético en su vida, porque si no lo mantiene siente que se pierde en el proceloso mundo de las relaciones humanas. Es una metáfora genial del orden de las cosas, del orden que deben de tener los acontecimientos humanos y que a veces se desordenan porque nosotros nos empeñamos en incluir en el orden de la realidad el desorden de nuestra vida interior. En este sentido, puede recordar vagamente al Ulises de Joyce, por la mezcla entre los diálogos reales y los imaginarios, por el flujo de conciencia o el intento de reflejar literariamente el pensamiento interno del personaje. 

De algún modo, Millás acostumbra a utilizar a menudo el orden o desorden de la sintaxis para explicar, o intentarlo, los acontecimientos que llaman su atención. Un psicólogo diría que "la psicología es solo lenguaje", pero Millás parece ir más allá, proponiéndonos en esta novela que la vida es lenguaje. Y el lenguaje ¿qué es? Una forma de ordenar el mundo, y, como todo orden establecido, está lleno de trampas que debemos sortear continuamente para no caer en sus redes. 

Como parece que todos somos capaces de crear lenguaje porque somos capaces de comunicarnos con nuestro pequeño círculo de familiares y conocidos, nos da la impresión de que dominamos el lenguaje. No seamos ingénuos. El lenguaje es nuestra mejor arma... y la mejor arma de todos los demás. La única defensa posible es escuchar con atención, con muchísima atención.

"La mujer de Andros" Thornton Wilder

"La Tierra, al girar, dejó escapar un suspiro; la sombra de la noche se deslizó gradualmente por el Mediterráneo y dejó Asia envuelta en tinieblas. El gran peñón que un día habría de llamarse Gibraltar conservó largo rato un reflejo rojo anaranjado, mientras, frente a este, los montes del Atlas mostraban repliegues oscuros en sus brillantes laderas. Las cuevas que rodean el golfo de Nápoles se sumieron en una oscuridad aún mayor, desde las que unas emitieron sonidos tintineantes, y otras, reverberantes. Hacía tiempo que el triunfo se había olvidado de Grecia, y la sabiduría de Egipto, pero con la llegada de la noche ambos parecían recobrar los honores perdidos, y la tierra que pronto habría de llamarse Santa preparaba en la sombra su fruto portentoso."

Así comienza La mujer de Andros, novela de Thornton Wilder, el autor de Los Idus de marzo, que ha publicado la editorial 451 en la traducción magnífica de Isabel González-Gallarza.

Se trata de una novela inspirada en la obra de teatro Andria del comediógrafo latino Terencio, que se estrenó en los escenarios romanos allá por el siglo II antes de Cristo. La primera parte de la novela es la que más recuerda a Terencio, porque la segunda parte es una invención de Wilder. 

Desde este comienzo, que he transcrito, las palabras envuelven al lector en el ambiente que Wilder crea para poder explicar el descubrimiento que hará un joven, gracias a la mujer de Andros, del sentido de la vida. Parte la novela con estas frases que sitúan la historia de la civilización occidental, y, por tanto, la historia de los hombres y mujeres occidentales, haciendo un recorrido desde las civilizaciones asiáticas, pasando por la antigua Grecia que llegó con su comercio hasta la civilización de Tartesos, en el sur de España y Portugal, que no olvida Egipto ni el desastre de Pompeya para recalar en Palestina donde nace el cristianismo que tanto ha significado y significa como sincretizador, modernizador y aglutinador de todas las antiguas creencias indoeuropeas. En estas pocas líneas hay un resumen de la historia occidental, expresado de manera poética con la imagen de la noche que se va posando sobre los lugares que, para cuando escribía Wilder, 1930, habían dejado de ser influyentes en el orden mundial, y marcando con cierta luz ("reflejo rojo anaranjado") los que señalan hacia los nuevos mundos emergentes en el siglo XX: América. De esta manera, sin dejar de centrar la novela en la época que le interesa, alrededor del siglo II antes de Cristo, se refiere sutilmente al mundo de 1930 con las expresiones "que un día habría de llamarse" o "que pronto habría de llamarse".

El uso del lenguaje poético está plenamente justificado. Por una parte, la fidelidad a Terencio, que escribió sus obras en verso, tal como era preceptivo en su tiempo. Por otro lado, el foco de la narración: poner palabras a lo inefable, dar a entender el sentido de nuestras vidas.

Para ello se vale de varios argumentos. No solo encontramos trazas de la Andria terenciana, también de su Adelphos, pues el padre del protagonista está verdaderamente preocupado por la felicidad de su hijo, y también hay ciertas referencias a la Hecyra, pues existe una suegra del protagonista aunque no tiene un papel relevante. Pero sin duda, se encuentran muchos momentos que nos llevan a recordar vaga pero claramente el Heautontimorumenos, que se tradujo al castellano por El atormentador de sí mismo.

Aún con todo, lo más terenciano de la novela de Wilder está en su tono, menos cómico de lo esperado para una comedia, muy psicológico para estar basada en comedias del siglo II a.d.C., introspectivo como le gustaba a Terencio, y definitivamente didáctico como debía ser cualquier buen texto antiguo.

Felicitaciones para la editorial 451 por esta reedición de Wilder que ha incluido en su tarea de adaptar a los clásicos al castellano. Merece la pena echarle un vistazo a otros libros de la editorial que ha publicado adaptaciones de las tragedias de Sófocles, de la novela El lazarillo de Tormes, del teatro de Shakespeare... catálogo que se puede encontrar en 451editores.es.

 

"Helena de Troya" de Margaret George

El libro de Margaret George tiene un excelente título. Bajo él, se espera

encontrar la narración de la guerra de Troya bajo el punto de vista de la

protagonista femenina: Helena de Troya. Pero lo que hay, si bien no deja

de ser eso, es menos.

La guerra de Troya, narrada con grandeza en la Ilíada de Homero, se convierte aquí solo en un contexto. Helena, la mujer por la que se pelearon los enormes ejércitos de teucros y dánaos durante diez años y que acabó con la destrucción de la ciudad inexpugnable de Ilión, se muestra como culpable, temerosa de su "poder" para atraer la muerte a todos los seres que la rodean, sobre todo a quellos seres que ama. Si esta circunstancia hubiese sido llevada hasta el final por George, su libro seguramente contaría con algo más de grandeza. La muerte que atrae Helena es bastante poco discriminatoria y arrasa con lo que ella ama y con lo que no. 

Igual de esquiva que la muerte se muestra la sinceridad entre los personajes. No hay verdaderas amistades, más que la de un espartano con Helena, a la que sirve hasta el último día de su muerte, pero con el que mantiene una relación equívoca. 

La asociación de Helena con una serpiente del templo de Asclepio, como si se tratase de Eva con el diablo disfrazado de reptil en el árbol del Bien y del Mal, tampoco llega a cuajar, pues la serpiente finalmente también será una víctima y no solo una instigadora del mal.

Comenta la autora que ha querido guardar fidelidad a lo que sabemos que era el papel de una mujer en el siglo XI antes de Cristo, pero cabía mucha más audacia, porque lo que sabemos de las mujeres de entonces es verdaderamente poco, casi nada. Lo que sabemos lo escribieron hombres, no se nos ha conservado nada escrito por mujeres, excepto Safo, lo que puede significar que las mujeres escribían muy poco, pero también puede significar simplemente que sus escritos no tuvieron la suerte de conservarse como sí lo hicieron los de algunos, pocos, hombres.

Como decía, esta Helena se sabe peligrosa, y se teme y teme a todo el que la rodea. Se siente continuamente juzgada y acusada y ella también se juzga y acusa. Esto la convierte en un personaje muy poco simpático, yo habría preferido una mujer menos consciente, más equivocada. Tiene muy pocos arrestos, y un pensamiento muy plano. Y eso que tiene ejemplos de otros tipos de mujeres, como las Amazonas, que si bien son representadas muy andróginas, no deja de repetirse que son mujeres, y que han elegido otro punto de vista sobre sus vidas. Eso sí, son la minoría. De todas formas, quizá no se debiese perder de vista que por poca libertad que tuviesen las mujeres en aquellos remotos tiempos, no podían dejar de ser influyentes. Fueron las madres de nuestra civilización, de nuestro modo de pensar y de sentir, pues de sus vientres salieron los hombres y mujeres que apuntalaron la sociedad en la que vivimos hoy. Es cierto que Helena es la representación de lo mala que puede ser una mujer, hasta el punto de ser causa de una guerra terrible. Así se nos ha presentado siempre porque fue el hallazgo de Homero atribuir la causa de la guerra de Troya a un asunto amoroso en vez de a un más prosaico, y probable, asunto económico, que seguramente fue la causa real.

Helena de Troya está bien para recordar episodios de la Ilíada y de los textos que la circundan, pero poco más. 

Millenium de Stieg Larsson

La trilogía de Stieg Larsson me resultaba difícil de adjetivar. Hablé unos segundos de ella con dos amigas a las que admiro por su criterio bien fundado y documentado, pero tuvimos que dejar la conversación enseguida porque cada una tenía un punto de vista sobre la obra y empezó un semi-encontronazo que preferimos dejar inconcluso para poder seguir queriéndonos. Así que me quedé a solas con mi reflexión. 

Unos días más tarde pude volver a hablar durante, de nuevo, solo un momento, con otro grupo de amigos. Esta vez pude comprobar que solo nos había interesado a otro amigo y a mí, pero tampoco pudimos llegar a destripar las razones por las que no nos había disgustado. La sensación que teníamos era que se trataba de una obra de fácil lectura, que nos había enganchado hasta el punto de querer desear leer el tercer tomo, pero sin hacer cola en una librería para conseguirlo. No sé si es porqué ninguno de los dos somos ya adolescentes (pienso en las colas de chavales esperando para comprar los libros de Harry Potter). Volví a mis reflexiones en solitario.

Me había gustado el primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, porque me pareció que el escritor, no sé si el narrador ni el personaje masculino principal, no había intentado "salvar" a la chica, a esa chica que presentaba como un ser asocial y que terminaba siendo igual o más asocial que al principio de la novela. Eso estuvo bien. No pude decir mucho más. Después de ver la película tampoco mejoró mi percepción del asunto que me entretenía tanto cuando leí el libro pero que no acababa de hacerse presente con claridad. En fin, la película poco podía ayudar, era un retrato bastante más amable de la chica, que seguía siendo asocial pero no tanto, quizá porque el director sí había decidido salvarla un poquito.

Leí el segundo libro, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, con interés porque ya conocía a los personajes y mi aguda empatía con los personajes de ficción me hizo sentirme cómoda con su lectura. Era como visitar a viejos amigos y conocerlos un poco más a fondo. Aunque las acciones de la chica asocial me parecieron bastante brutales y concluí la lectura creyendo que verdaderamente la joven debía sufrir algo tipo "síndrome de Asperger".

Con el tercer libro, La reina en el palacio de las corrientes de aire, tuve más problemas. Por un lado, las páginas que están fuera de la narración novelesco-policiaca, me parecieron fuera de lugar. El repaso histórico por la existencia de mujeres guerreras me parecía curioso, pero innecesario. Las menciones a la antigua Grecia, la Iliada de Homero, las Amazonas, el historiador Diodoro de Sicilia... muestran a las mujeres guerreras como parte de la historia de la humanidad, pero yo creo que el libro no va sobre mujeres guerreras. Por otra parte, el desarrollo del argumento resultaba extenuantemente largo y farragoso en muchos momentos en los que se describía con bastante detalle la biografía de personajes nuevos que aparecían continuamente de la nada para sumarse al ya largo elenco de malhechores y sorprendentemente bondadosos hombres que parecían amar a las mujeres. Mientras tanto, Mikael seguía su cruzada en favor de Lisbeth, y esto no me gustaba nada. ¿Por qué el alter ego del escritor se erigía en caballero andante en favor de la dama desvalida? Bueno, al menos no la amaba, lo que ya habría sido el colmo. De todas formas, el regusto era algo del tipo: las mujeres son maltratadas por los hombres en la mayoría de los casos, pero solo los hombres pueden salvarlas de los maltratadores... Abrumador.

Eso sí, me había llamado la atención una frase: 

"... fue castigada porque los funcionarios del Estado habían decidido que Zalachenko era más importante que Salander."

Esto es, había decidido, por razones de Seguridad Nacional, incluso, que un maltratador, pero hombre, era más importante que una niña...

Bien, esto explicaba porqué el primer libro se titulaba Los hombres que no amaban a las mujeres, y quizá algo más, algo que se me escapaba.

Hoy me he enfadado mucho y he recordado los tres libros de la saga Millenium y he creído comprender, por fín, de qué iba. Ayer, a una amiga mía le hizo un hombre una revisión anual de uno de los electrodomésticos de su casa. Esas revisiones había ocurrido otras veces y habían venido a su casa distintos hombres que habían hecho su trabajo y se habían ido. Esta vez, el hombre, distinto a todos los anteriores, como suele ocurrir, asustó a mi amiga diciéndole que el electrodoméstico estaba en mal estado y había que cambiarlo, cosa que, él, en su empresa privada, no relacionada con la que lo enviaba a hacer la revisión, estaría encantado de hacer por un módico precio. Mi amiga, temiendo que el aparato estropeado respresentase un peligro para su familia, se puso inmediatamente manos a la obra y contactó con la empresa proveedora del aparato en cuestión para que lo reparasen o le diesen un presupuesto para proceder a su cambio. Cual no sería su sorpresa cuando el técnico, que con gran diligencia debido a la peligrosidad del mal funcionamiento del electrodoméstico ha venido hoy mismo, le ha asegurado que no le ocurría nada y que podía seguir haciéndole servicio durante mucho tiempo a pleno rendimiento. 

Bueno, yo habría llamado a la policía inmediatamente o puesto una denuncia en el juzgado más cercano. Mi amiga, con mejor criterio que yo, decidió poner una reclamación a la empresa que envió al primer "hombre" a su casa. Ha llamado al servicio de atención al cliente y una señorita le ha dicho que le pasaba con otra señorita, la cual le ha dicho que sentía mucho lo que había pasado pero que no podía solucionarle nada. Mi amiga, perpleja, ha colgado. Ha decidido, entonces, poner la reclamación vía internet, y cual no sería su alegría cuando la página de la empresa le ha mostrado que existía la figura del Defensor del Cliente. Para contactar con este servicio debe escribir se un mail que solo permite poner reclamaciones si ya han sido puestas anteriormente por otra vía: teléfono, presencial o por correo normal. Así que, antes de poder expresar la reclamación mi amiga encontró que se le solicitaba introducir en uno de los campos del formulario el número de reclamación que le deberían haber dado por teléfono. Como no lo tenía volvió a llamar al servcio de atención al cliente. Otras dos señoritas y la segunda le ha dicho que a ella todo eso que le estaba contando le parecía "un error de comunicación" entre el "hombre" enviado a su cas y ella. En fin, que no la ha llamado "tonta" pero seguramente ha sido porque estaba pensando en algo tipo "es usted una histérica paranoica y psicópata". Mi amiga ha insitido en que le dejasen poner una reclamación y le diesen el ansiado número de tal reclamación para poder escribir al "Defensor del Cliente" (nótese que cada vez estoy usando más entrecomillados). No ha habido manera, la señorita en cuestión no se ha dejado ni por alto ni por bajo y no le ha permitido poner la reclamación. entonces, y aquí bien lo bueno, el marido de mi amiga que asistía a todo esto con los ojos en blanco, ha cogido el teléfono y ha marcado el número, por tercera vez, del servicio de atención al cliente. Sin levantar la voz ha explicado el caso de nuevo a la primera señorita, que, asombroso, le ha dado toda la razón, y le ha pasado con una segunda señorita. La segunda, no solo le ha dado la razón, sino que sin necesidad de insistir le ha dejado poner la reclamación pertinente y le ha dado el codiciado número de reclamación.

Ahí ha sido cuando mi amiga se ha hundido. No son sólo los hombres los que no aman a las mujeres. Lo peor es que las mujeres tampoco aman a las mujeres. Yo lo he entendido enseguida. Larsson ha sido muy amable con las mujeres de sus libros, no menciona en ningún momento cómo los hombres han llegado al estado de no amar a las mujeres. Hombres, paridos por mujeres, educados en su más tierna infancia, por lo menos, por mujeres... no aman a las mujeres. ¿Cómo los han parido y educado esas mujeres? ¿Esas mujeres eran como las señoritas del servicio de atención al cliente de la empresa con la que ha tenido que tratar mi amiga?...

Hay una mujer casi mala en la trilogía Millenium: la madre de la joven Vanger desaparecida. Quizá esto es lo que yo echaba de menos al leer las farragosas explicaciones biográficas de los malos de los libros de Larsson, no había ninguna referencia a los ambientes en los que se criaron, ninguna referencia a los sistemas familiares de los que provienen. Por eso me costó tanto entender qué me estaba contando.

Insisto, no es que los hombres no amen a las mujeres, es que vivimos en una sociedad educada de manera que ni los hombres ni las mujeres aman a las mujeres, y esto me parece, en este momento, que es necesario tenerlo muy en cuenta.

El alma en "Génesis" de Bernard Beckett

De nuevo una novela. Esta vez una novela que se desarrolla muy apegada a los clásicos grecolatinos, tomándolos como base para la narración, hasta tal punto que los personajes tienen los nombres de filósofos y estadistas de la Grecia antigua, y la discusión de la que se trata empezó a discutirse en los albores de la civilización occidental. 

El final de la novela nos da pistas sobre porqué "somos como somos", pero en el momento álgido de la discusión hay un párrafo que no me puedo resistir a reproducir:

"-El alma es vuestra Idea más antigua. Cualquier mente que se conozca a sí misma sabe también que el cuerpo que la aloja se está deteriorando. Sabe que habrá un final. Y una mente obligada a contemplar semejante vacío es una fuerza de inusitada creatividad. Podemos encontrar alma en todas las tribus, en todas las randes tradiciones. En Occidente estaba en la Forma de Platón, y en la Esencia de Aristóteles. Resucitó con Cristo, si me permites el juego de palabras, y se pulió con el autodesprecio de Agustín. En los albores del Siglo de las Luces, ni siquiera Descartes pudo sacarla de su cómodo hogar. Darwin apartó el velo, pero fue demasiado cobarde para contemplar la visión que había revelado. Y vosotros habéis seguido su pobre ejemplo durante doscientos años.

No es la conciencia a lo que os aferráis, porque, como ya te he desmostrado, la conciencia se puede crear fácilmente. Es la eternidad lo que anheláis. desde el momento en que se le prometió el alma, la humanidad no ha conseguido desviar la mirada. Esa alma habla de miedo. Y la Idea que florece en tiempos de miedo es la Idea que nunca podrá ser desalojada, apartada del camino. el alma te ofrece consuelo y a cambio sólo pide tu ignorancia. Es un canje que no puedes rechazar. Por eso clamas contra mí. Porque te aterra la verdad."

Este es un extracto de las páginas 120 y 121 de la edición de Salamandra. Nótese que "Idea" aparece escrito con mayúscula, como un nombre propio. Al final de la novela el lector tendrá una idea de porqué es un nombre propio. Del autor solo sé que nació en Nueva Zelanda en 1967 y que me alegro de haber leído su novela Génesis, que, por cierto, encontré en un Carrefour... donde menos se piensa...

 

Clásicos grecolatinos en Grossman VI

 

Atenas

 

 

Roma

Sexta y última alusión a la antigüedad grecolatina en la novela Vida y destino de Vasili Grossman. Estamos en las páginas 1010 y 1011 de la edición de Debolsillo, en el capítulo 46 de la Tercera Parte de la obra. Este capítulo transcurre durante el día 2 de febrero de 1943, el día de la rendición del ejército alemán en Stalingrado:

"En aquella hora la capital de la guerra mundial ya no existía. Los ojos de Hitler, Roosvelt y Churchill buscaban ya nuevos puntos de tensión en la guerra. Martilleando la mesa con su dedo índice, Stalin preguntaba al comandante en jefe del Estado Mayor General si los medios para el traslado de tropas de la retaguardia de Stalingrado hacia los nuevos frentes estaban listos. La capital mundial de la guerra, todavía un hervidero de generales y especialistas en el combate de calle, aún llena de armas, mapas de operaciones, trincheras de comunicación, había dejado de existir. Allí había comenzado una nueva existencia, parecida a las de la Atenas y la Roma actuales. Historiadores, guías de museos, profesores y alumnos eternamente aburridos, aunque todavía no visibles, se habían convertido en sus nuevos dueños".

Con este texto Grossman eleva Stalingrado a la altura de la más importante ciudad-estado de nuestra historia: Atenas; y también la iguala a la ciudad que fue capital del Imperio más grande y más duradero jamás conocido: Roma. Un gran reconocimiento para Stalingrado, y una muestra de cómo la historia se repite una y otra vez a pesar de ser conocida.

Stalingrado

Las ruinas son distintas, y aún así no dejan de ser ruinas. Ruinas que nos gritan que quedan en pie tan pocas piedras

como quedan seres humanos vivos.

De nuevo aparece la mención a los profesores de latín y griego, esos que irán acompañados de alumnos "eternamente aburridos", esos profesores que ya hemos comentado que en la literatura tradicionalmente son representados como seres poco brillantes. Con ellos se agrupan los historiadores y los guías de los museos. Grossman nos lo deja muy claro: nadie les hará caso, pero serán los únicos que recordarán lo que pasó con Stalingrado, con Roma y con Atenas; y se lo explicarán pormenorizadamente a todo aquel que atienda.

De esta forma, esta sexta mención a la antigüedad grecolatina cierra todas las alusiones anteriores, en las que aparecieron filósofos como Heráclito de Éfeso, escritores como Homero y Lucio Apuleyo, conquistadores como Alejandro Magno y un especialista universitario en un aspecto de la Grecia clásica.

En un rápido repaso recordemos que Sofia Ósipovna, que había leído a Homero, muere en una cámara de gas; que Dmitri Sháposhnikov acababa de leer El asno de oro de Apuleyo antes de ser encerrado en la Lubianka; que la cita ‘Todo fluye’ de Heráclito la pronuncia un encarcelado en esa misma Lubianka; que la alusión a Alejandro Magno nos aclara que desde el siglo III a.d.C. no se ha inventado nada nuevo en las tácticas de guerra; que los especialistas en la Grecia clásica no son capaces de recoger la basura sin llevarse un tortazo; y que, a pesar de conocer la historia de Atenas y de Roma, en pleno siglo XX fuimos capaces de crear una nueva ciudad en ruinas: Stalingrado. Grossman nos está haciendo recapacitar sobre lo que es específicamente humano, y los clásicos grecolatinos, o los seres que tienen que ver con ellos, son buenos modelos para averiguar qué nos diferencia del resto de especies que habitan este planeta. 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman V

 

Seguimos anotando las alusiones a la antigüedad grecolatina que hemos encontrado en Vida y destino de Vasili Grossman. La quinta alusión está en la página 984 de la edición de Debolsillo, o sea, en el capítulo 43 de la Tercera Parte de la novela. Se trata de una reflexión de un personaje encerrado en la Lubianka, edificio del que ya hemos hablado en la segunda entrega de esta serie sobre las apariciones de los clásicos grecolatinos en esta obra de Grossman. El personaje está siendo interrogado por el juez instructor y recuerda algo que ocurrió en la celda que comparte con otros presos:

"Ésas eran las palabras que había confiado a Bogoloyev en la celda. ¡Dios mío! Hatsenelenbogen le había dicho en broma: «Un griego sentenció: ‘Todo fluye’, y nosotros afirmamos: ‘Todos se chivan’»."

Esta cita nos remite primero al resto de la obra de Vasili Grossman, pues una de sus novelas se titula precisamente Todo fluye: ISBN, 978-84-8109-766-5. Editorial, GALAXIA GUTENBERG. Idioma, Castellano. N Páginas, 288.

El texto en sí, ‘Todo fluye’, o Παντα ρήι, es la máxima de Heráclito de Éfeso, filósofo del siglo V antes de Cristo, para el que el fundamento de todo es que todo cambia, todo nace y todo muere en un proceso de cambio constante. Al personaje de nuestra novela esto le resulta particularmente claro, no porque ‘Todos se chivan’, sino porque él ha pasado de ser un comisario a ser un detenido: de ser un hombre temido se ha convertido en un hombre temeroso. Heráclito tenía razón.

 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman IV

Clásicos grecolatinos en Grossman IV

 

Cuarta mención a la antigüedad grecolatina en Vida y destino de Vasili Grossman. Esta vez no se trata de un personaje ni de una obra de auqlla época, sino de uno de sus estudiosos quien protagoniza el pasaje que aparece en la página 963 de la edición en Debolsillo. El científico Víctor Pávlovich comunicó a su familia su intención de alistarse voluntario en el frente. Su hija no da crédito a lo que oye:

"- Conozco a una chica, Tonia Kogan, cuyo padre partió como voluntario; es un especialista en no sé qué área de la Grecia antigua y fue a parar a un regimiento de reserva en Penza. Allí le pusieron a limpiar despachos, a barrer. Un día pasó el capitán del regimiento y él, que no ve casi nada, le echó toda la basura encima; el otro, ni corto ni perezoso, le pegó un puñetazo en la oreja, tan fuerte que le rompió el tímpano."

Esta vez se trata de la descripción del erudito de humanidades, o del profesor de griego o latín, un personaje con mucho éxito a lo largo de la historia de la literatura y que se suele describir como enclenque, casi ciego como buen ratón de biblioteca, patoso, sin habilidades sociales, incapaz de liderazgo, relacionado con la mugre, el polvo, la suciedad y la basura, sea porque esta proviene de los manuscritos y legajos que maneja o de la poca atención que se presta a sí mismo y a lo que le rodea. Hay un libro titulado El profesor de latín en la literatura española de Francisco García Jurado y Javier Espino publicado en el Portal de Humanidades http://www.liceus.com

 

Clásicos grecolatinos en Grossman III

 

La tercera vez que Vasili Grossman en su novela Vida y destino alude a la cultura de la antigüedad clásica grecolatina se encuentra en la página 811 de Debolsillo, exactamente en el capítulo siete de la Tercera Parte de la obra. Es este uno de los capítulos que dedica Grossman a la batalla de Stalingrado. En la narración de las diferentes fases de aquella importante batalla de la Segunda Guerra Mundial, este capítulo reflexiona sobre la preparación del contraataque ruso sobre el ejército alemán:

"Se puede reservar la denominación de «genio» para aquellos que introducen en la vida ideas nuevas, ideas que se refieren a la sustancia y no al envoltorio, al eje y no a las espirales en torno al eje. Pero desde los tiempos de Alejandro Magno las innovaciones estratégicas y tácticas no tienen nada que ver con ese tipo de proezas divinas. Abrumada por el carácter monumental de las operaciones militares, la conciencia humana tiende a identificar las grandiosas batallas con las conquistas mentales de sus jefes militares.

La historia de las batallas muestra que los jefes militares no han introducido variantes significativas en las operaciones relacionadas con la ruptura de la defensa, el acoso, el cerco, la liquidación del enemigo: adoptan y ponen en práctica los principios que ya conocían los hombres de Neardenthal, aplicados, al fin y al cabo, por los lobos que cercan a las tropas y por las tropas que intentan defenderse de los lobos".

Alejandro Magno fue el gran general macedonio que antes de los 32 años había conquistado gran parte del mundo conocido y desconocido para los de entonces. Nadie llegó con su ejército tan lejos como llegó él. Y habría continuado conquistando tierras sino se hubieran sublevado sus soldados porque llevaban demasiado tiempo lejos de casa. Aún así, conociéndose la vida y las conquistas de este hombre del siglo III antes de Cristo, los generales posteriores (Aníbal, Julio César, Pompeyo, Marco Antonio, Carlos V, Napoleón, Hitler...) no aprendieron la lección, y todos perdieron cuando sus soldados estaban muy lejos de casa. De nuevo, el ejemplo grecolatino no es casual, pues Alejandro Magno fue, y sigue siendo, el más grande de los generales.

 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman II

 

  La segunda mención a la antigüedad clásica grecolatina que encontramos en Vida y destino de Vasili Grossman está en la página 798 de la edición de Debolsillo. El edificio, donde se llevaban a cabo los interrogatorios a los presuntos traidores a la patria rusa durante la Segunda Guerra Mundial, era llamado "la Lubianka". Allí entra para ser interrogado uno de los personajes de la novela, pero otros ya habían entrado antes de que comenzara esta ficción:

"Dmitri Sháposhnikov, el hermano de Yevguenia Nikoláyevna, había entrado una vez en este edificio con un pequeño atillo blanco preparado por su mujer: una toalla, jabón, dos mudas de ropa interior, un cepillo de dientes, calcetines y tres pañuelos. Había franqueado la puerta conservando en la memoria las cinco cifras de su número de carné del Partido, su escritorio de representante comercial en París, el coche cama, donde, en su trayecto hacia Crimen, había aclarado su relación con su mujer, bebido agua mineral y hojeado, entre bostezos, El asno de oro".

Esta segunda referencia a la cultura clásica es una referencia latina: la novela de Apuleyo, El asno de oro o la metamorfosis. Es la única novela latina que conservamos completa y se trata de un viaje narrado en primera persona. El viaje de placer de Apuleyo se convierte en cierto momento en un viaje inciático religioso que lo llevará primero a transformarse en burro para finalmente ser salvado por la diosa Isis.

Los paralelismos que se pueden trazar con el párrafo reseñado de Grossman son variados. El viaje de Dmitri al interior de la Lubianka, que aún no lo sabe el lector pero es premonitorio del viaje que realizará después otro de los personajes de la novela. Cómo se transforman o metamorfosean los que entran en la Lubianka tras ser interrogados bajo tortura durante agotadoras sesiones que se alargan días y noches. De la Lubianka nadie escapa, solo un dios o jefe de estado podría salvar a alguien encerrado en la Lubianka. Entrar en ese edificio es iniciar un viaje de no retorno, más o menos largo, hacia la muerte.

 

 

 

Clásicos grecolatinos en Grossman I

Comienzo aquí una serie de entradas en las que voy a ir desgranando las alusiones a personajes y obras de la antigüedad clásica grecolatina que aparecen en la obra de mi anterior entrada: Vida y destino de Vasili Grossman. 

Son tan solo seis citas. No son muchas si tenemos en cuenta que el libro en su edición en Debolsillo tiene 1104 páginas. Aún así me parecen interesantes porque las seis citas aparecen concentradas en poco más de trescientas páginas, entre la 706 y la 1011, esto es, entre el final de la Segunda Parte y el principio de la Tercera Parte de la novela, por lo tanto en lo que podemos llamar el momento del desenlace de la obra, cuando empieza a resolverse todo lo que se puso en marcha en la presentación y se ha ido desarrollando en el nudo. Así que en el momento en el que el autor empieza a contar lo que en realidad quería contar, aparecen los clásicos grecolatinos, las referencias al alba de la cultura Occidental.

Hoy solo voy a transcribir la primera de las citas, la que aparece en la página 706. La protagonista es Sofia Ósipovna, una médico judía soltera que acaba de entrar en una cámara de gas de un campo de concentración nazi, llevando en sus brazos al pequeño David que ha encontrado huérfano al bajar del tren que los ha trasladado hasta allí:

"Sus ojos, que habían leído a Homero, el Izvestia, Las aventuras de Hukleberry Finn, a Mayne Reid, la Lógica de Hegel, que habían visto gente buen y mala, que habían visto gansos en los vastos prados de Kursk, estrellas en el observatorio de Púlkovo, el brillo del acero quirúrgico, La Gioconda en el Louvre, tomates y nabos en los puestos del mercado, las aguas azules del lago Issik-Kul, ahora ya no eran necesarios".

Primera cita y el primer citado es Homero, como debe ser, pues es el primer escritor del que tenemos cierta constancia, el escritor de las obras más antiguas que conservamos, esas obras que contienen la narración más antigua que conocemos en Occidente de una guerra, la narración más antigua de las batallas en las que los hombres en enfrentan unos a otros y en las que el perdedor muere a manos de su enemigo y el vencedor mata y arrasa todo lo que encuentra a su paso. No es casualidad que la primera mención sea para Homero, pero, más allá todavía, no es solo bello que cuando Grossman describe la muerte de un ser humano en una cámara de gas nos recuerde que ese ser humano había leído a Homero. Ese ser humano es la humanidad, y Homero aparece para recordarnos que seguimos siendo aquella misma humanidad, la que mata y arrasa y muere desde el principio de los tiempos.

El final del capítulo, el 49, es así:

"[...]..., y el niño con su cuerpecito de pájaro se había ido antes que ella.

«Soy madre», pensó.

Ése fue su último pensamiento.

Pero en su corazón todavía había vida: se comprimía, sufría, se compadecía de vosotros, tanto de los vivos como de los muertos. Sofia Ósipovna sintió náuseas. Presionó a David contra sí, ahora un muñeco, y murió, también muñeca."

Sofia Ósipovna Levinton se compadecía de nosotros, hoy vivos, y de los muertos, de los que ha habido desde el inicio del mundo.

 

 

El placer de leer tiene la cualidad de repetirse con la misma intensidad que el primer día cada vez que te enfrentas a la página escrita. Pero hoy voy a hacer algo por primera vez: reproducir una página escrita en un libro que no he inventado.

Dice así:

"Una máquina eléctrica puede efectuar cálculos matemáticos, memorizar acontecimientos históricos, jugar al ajedrez, traducir libros de una lengua a otra. supera al hombre en su capacidad de solucionar con mayor rapidez problemas matemáticos; su memoria es impecable.

¿Existe un límite al progreso que crea máquinas a imagen y semejanza del hombre? Evidentemente la respuesta es no.

Se puede imaginar la máquina de los siglos y milenios futuros. Escuchará música, sabrá apreciar la pintura, ella misma pintará cuadros, compondrá melodías, escribirá versos.

¿Hay un límite a su perfeccionamiento? ¿Podrá ser comparada a un hombre? ¿Lo sobrepasará?

La reproducción del hombre por parte de la máquina necesitará cada vez más electrónica, volumen y superficie.

El recuerdo de la infancia, las lágrimas de felicidad, la amargura de la separación, el amor a la libertad, la compasión hacia un perrito enfermo, la aprensión, la ternura maternal, la reflexión sobre la muerte, la tristeza, la amistad, la esperanza repentina, la suposición feliz, la melancolía, la alegría inmotivada, la turbación inesperada...

¡Todo, la máquina lo reproducirá todo! Sin embargo, sobre la Tierra no abrá lugar suficiente para colocar la máquina, esa máquina cuyas dimensiones siempre continuarán creciendo en medida y peso como si intentara recrear las particularidades de la mente y el alma del hombre medio, del hombre insignificante.

El fascismo aniquiló a decenas de millones de hombres."

Hace unos días aparecía un reportaje en un diario sobre los servidores de grandes empresas de internet, como Google. Comentaba el periodista que, por evidentes causas de seguridad, los servidores de esas grandes empresas nunca se mostraban y en realidad se guardaba bajo el máximo secreto su ubicación o ubicaciones. 

Es comprensible, tal como están las cosas no sería agradable encontrarse sin internet. Sin embargo, tras leer esta página de Grossman, me doy cuenta de que nosotros, el insignificante hombre medio, seguimos estando más expuestos que todas esas máquinas a las que se esconde con tanto celo y se cuida con tanto mimo.