"El asno de oro", Apuleyo. Paradigmas literarios I
He leído varias veces este libro. Quizá hoy ya no resulte tan interesante como novela, pero sin duda es todavía muy útil para la historia de la narración. En él podemos encontrar el "paradigma clásico", la forma de contar historias con la que se inició la prosa de ficción en nuestra civilización y que tanto éxito ha tenido en los últimos 150 años.
PARADIGMA CLÁSICO:
El asno de oro
Apuleyo, autor de El asno de oro, escribía hacia el 170 d. C., siendo emperador Marco Aurelio. Fue una época difícil para los ciudadanos romanos, que veían cómo sus ciudades eran cada día más míseras, y proliferaban los asaltantes de caminos, piratas y timadores, sin que la administración pudiese hacer nada al respecto, por lo que la población tuvo que tomar sus medidas. Una de esas medidas, sin duda, fue la de solicitar a otro poder, que no fuese el administrativo, la ayuda que necesitaba. Ese poder elegido como destinatario de sus súplicas fue la religión, una religión apoyada por la magia, la brujería y la superstición.
En este contexto se entiende el éxito que tuvo en su tiempo, muy pequeño para nosotros ciudadanos del siglo XXI, el libro de Apuleyo, un hombre que había padecido un juicio acusado de usar las artes mágicas en su beneficio. La obra narra en primera persona la historia del joven griego Lucio, nacido en buena cuna, que emprende un viaje de negocios a Tesalia, tierra de su madre y donde sufrirá la mayor aventura que pueda sufrir un hombre, pues será transformado en asno por las artes mágicas de la señora de la casa en la que se hospeda. La vida de un asno en aquellos tiempos y la vida de un esclavo o liberto o ciudadano pobre, no debía diferenciarse mucho.
Lucio-asno sufrirá una serie de aventuras teniendo siempre a la diosa Fortuna (una de las nuevas diosas de la época, añadida al panteón clásico greco-romano hacia el siglo I a. C. por el desgaste del resto de los dioses que cada vez tenían menos adeptos, y cuyo culto se extendió a todo el Imperio) en contra. Al final, asistiremos a la transformación contraria, Lucio-asno se convertirá de nuevo en Lucio-hombre, tras comer unas rosas que consigue gracias a que promete convertirse en sacerdote de Isis (diosa egipcia cuyo culto había empezado a extenderse al otro lado del Mediterráneo).
Este relato se narra linealmente en el libro, siguiendo la secuencia temporal y causal de los hechos. En las primeras líneas el personaje principal se presenta, luego expone la preceptiva captatio benevolentiae, y a partir de ahí narra en primera persona lo que le va sucediendo, manteniendo siempre la unidad de tiempo y de lugar tal como se entienden en la retórica clásica. Es el inicio del género de la novela. De hecho es la única novela completa latina de autor conocido que conservamos. Como explica Bajtin, es el primer y único género literario inventado tras inventarse la escritura. Y para existir y diferenciarse de los géneros que ya existían ha tenido que unir la prosa de la historia, con la narración de la épica, el amor de la lírica y los diálogos de la tragedia junto con los personajes y el humor de la comedia.
El humor preside la historia de Lucio, pues no deja de ser irónico que un joven de buena familia acabe convertido en asno. Esta ironía cumple un cometido primordial del arte literario de la época de Apuleyo: ser didáctico. Las enseñanzas del libro se multiplican, porque la linealidad de la narración de las aventuras de Lucio en primera persona se ven a menudo en pausa mientras el protagonista nos cuenta algo que ha oído a otros. El protagonista lo anuncia, nos explica que se encontró con alguien y que lo que relató lo escribo en este libro o dijo así o dijo él entonces e inicia el relato. Estos cuentos intercalados a lo largo de la obra sirven de "ejemplos", de "lecciones" sobre multitud de temas diversos: los peligros de la magia, el adulterio, el amor...
Son cuentos "maravillosos", llenos de hechos sobrenaturales que nos recuerdan a los cuentos de hadas, esos cuentos orientales que a través de la literatura griega y latina se convirtieron en el ingrediente principal de la novela bizantina que daría soporte a los libros de caballerías, que tanto éxito tendrían en Europa hasta el siglo XVII, y de las primeras novelas del Renacimiento. La diferencia abismal con nuestro tiempo es que en tiempos de Apuleyo se creía en la magia, en lo sobrenatural, y se tomaba al pie de la letra que el dios Eros y la joven Psiche se enamoraron y consiguieron vivir felices. Los relatos creaban mitos, historias que tenían un valor normativo para una comunidad. Eran relatos todavía orales, como la escritura de Apuleyo, pues a lo largo de todo El asno de oro nadie lee, todo se sabe de forma oral: se narra en el camino para entretener a los compañeros, se narra en los momentos de descanso, cuando ya se ha puesto el sol, se narra para tranquilizar a alguien que tiene miedo... No hay que preguntarse por la verosimilitud ni por la mímesis, pues tanto una como otra son seguidas escrupulosamente en el relato oral, por muy fantástico que este sea. Es la catarsis aristotélica (o la "ejecución", también aristotélica y sobre la que llama la atención Pozuelo Yvancos): si al final de la historia estoy satisfecho con lo leído y las cosas se han sucedido como "debían" sucederse para que yo me quedase satisfecho, es porque esta historia se parece a la vida. No nos es presentado el artificio de la escritura. Lo que Apuleyo nos quiere contar "es un hecho real".
La reflexión no puede ir más allá. Apuleyo relata la vida que conoce o que ha oído relatar a otros, pero no propone otra lectura más allá. Hay didactismo y proselitismo. Es una comunicación directa con el lector, en la que, siguiendo el ejemplo de la épica, se narra todo, no se deja nada a la imaginación del lector, ni hay un sentido oculto bajo la trama evidente.
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