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Mi "planto" por la muerte de mi padre

Mi "planto" por la muerte de mi padre



Hace una semana falleció mi padre. No me lo esperaba. Era un hombre lleno de vida, una fuerza de la naturaleza. Era fuerte, era grande, era jovial y tierno. No puedo llorar, porque lloraría por mí. Él consiguió, más o menos, lo que se había propuesto en la vida. Cosas sencillas: tener su casa, ser independiente económicamente, vivir en un lugar que le gustara, sacar adelante a sus hijos y ver nacer a sus nietos, estar acompañado por su esposa hasta su último día, viajar un poco cada año... No, no puedo llorar por él.

Pero se ha ido tan de repente. No lo he podido abrazar más, ni besar, ni tocar, ni decir, con la esperanza de que me oyera, "te quiero, papá", "gracias por todo, papá". Y eso que tenía 76 años, y a mí debió darme tiempo a decirle todo eso en vida. Como no me esperaba, no imaginaba, no tenía previsto, no creía que... ¡Cómo es la muerte! o ¡cómo es la vida!, no se cuál de las dos ha terminado con esa fuerza, con ese hombre que hablaba alto y fuerte, que, a veces se comportaba como un niño, con timidez, con inseguridad, y otras veces arrasaba con lo que encontraba a su paso. No sé cuál de las dos ha podido tumbar para siempre a ese hombre que solo confiaba en sus propias fuerzas, que podía levantar 100 kilos de peso y subir con ellos sesenta escalones; que nos levantaba en brazos, que nos hacía friegas en la tripa cuando nos empachábamos, que nos reñía y gritaba cuando no le parecía bien lo que hacíamos, pero que también nos daba unos abrazos de oso que nos apresaban con fuerza.

Él ya no va a estar más. Mi vida ha cambiado radicalmente en unas horas. Estoy de duelo, pero soy consciente de que mi vida continúa de otra forma... continúa sin él, pero siempre con él, porque está en mí, está e mi hermano, y está en sus nietos. La vida nos ha cambiado, es otra, porque él no está y no va a estar. 

Adiós, papá. Te quiero.

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