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"Elegía para un americano" de Siri Hustvedt

La vida, a veces, demasiadas para mi gusto, parece que es eso que les pasa a otros, a esas personas con las que nos encontramos o incluso a nuestros amigos o familiares. Pero, muchas veces, excesivas veces en mi opinión, la vida no es eso que nos pasa a nosotros mismos.

En Elegía para un americano esto está asombrosamente bien explicado. Un psicólogo, que vive solo y que no ha tenido hijos, se encuentra leyendo las cartas de su padre fallecido y averiguando que aquel hombre, al que siempre vio lejano y, por qué no decirlo, como algo inerte, sin vida, tuvo una vida, llena de acontecimientos de lo más variados, la mayoría de ellos, oh casualidad, relacionados con la vida y la muerte de sí mismo y de otros. Este psicólogo se encuentra a mirando, por primera vez en su vida, a su hermana y a su sobrina... incluso a los hombres que las rodean. Y, por si no estuviese ya abrumado con estos espectáculos vitales, tropieza con una joven madre separada y acosada por su extraño marido ¿extraño?... La hija de esta joven, en su inocencia, toma al psicólogo por un ser vivo pero, ante su actitud, tiene la sensación, posiblemente, de que él no es más que otro juguete, inerte, como el resto de sus juguetes.

El protagonista llega a hacerse una confesión, dura y terrible. Desde que lo leí no he dejado de pensar en ello. Él se pregunta ¿qué le pasa? ¿por qué no se siente vivo? y encuentra la respuesta: porque siempre ha sido un ser con un gran autocontrol, con una gran capacidad de autodefensa.

La única forma de no recibir daño es no exponerse a recibirlo.

La única manera de no recibir placer es no exponerse a recibirlo.

Él nunca se ha arriesgado a vivir.

¿Y yo?

¿Y tú?

 

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