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Paolo Conte y los clásicos de la literatura IV

Tiovivo He aquí la cuarta canción de Paolo Conte de la quería comentar algo estos días. Ya no se relaciona con el mundo clásico directamente, no el grecolatino, sino que se acerca más a nuestro tiempo porque habla del tan lejano y cercano siglo XIX. Lejano porque nos separa de él un siglo. Cercano porque en cuanto a cultura y pensamiento social poco hemos avanzado desde entonces: las grandes ideas sobre las que nos asentamos todavía hoy son del XIX, ideas como el YO como centro del mundo, la individualidad, el psicoanálisis, la imagen (el cine se inventó entonces), el Romanticismo, la producción en cadena, la búsqueda de mano de obra barata, la colonizadora descolonización de los países pobres que hoy machacamos con la globalización... En fin, seguimos siendo tan, o tan poco, humanos como siempre.

La canción de Conte es de las más agradables de escuchar porque la recorre de fondo un carrusel que remite a la infancia, pero también a la luminosidad que brillaba en algunas mentes que reprodujeron en el XIX las Olimpiadas griegas, o pusieron en marcha las Exposiciones Universales que todavía seguimos celebrando. Esta es la letra:

Novecento 900 Novecento (1992) 

Dicono che quei cieli siano adatti 
al cavalli e che le strade 
siano polvere di palcoscenico 
Dicono che nelle case donne pallide 
sopra la vecchia «Singer» cuciano 
gli spolverini di percalle, 
abiti che contro il vento stiano tesi 
e tutto il resto siano balle, 
vecchio lavoro da cinesi... eh... eh... 
Dicono che quella vecchia canzoncina 
dell'ottocento fa sorridere 
in un dolce sogno certe bambole 
tutte trafitte da una freccia indiana, 
ricordi del secolo prima, roba di un'epoca lontana, 
epoca intravista nel bagliore bianco 
che spara il lampo di magnesio 
sul rosso folle del manganesio.. eh... eh... 
Indacato era il silenzio e il Grande Spirito, 
che rellentava la brina, scacciava 
i corvi dalla collina... 
come una vecchia cuoca in una cucina 
sgrida i fantasmi del buongustai 
in una lenta cantilena... 
Lasciamo stare, lasciamo perdere, lasciamo andare 
non lo sappiamo dov'eravamo 
in quel mattino da vedere... eh... eh... 
Dov'eravamo mai in quel mattino 
quando correva il novecento 
le grandi gare di mocassino... 
lassù, sui palcoscenico pleistocenico, 
sull'altopiano preistorico 
prima vulcanico e poi galvanico... 
dicono che sia tutta una vaniglia, 
una grande battaglia, 
una forte meraviglia... eh... eh... 
Galvanizzato il vento spalancava 
tutti i garages e liberava grossi motori entusiamati... 
la paglia volteggiava nell'aria gialla 
più su del regno delle aquile 
dove l'aereo scintilla... 
l'aereo scintillava come gli occhi 
del ragazzi che, randagi, 
lo guardavano tra i rami del ciliegi... eh...eh...

 

Ofrezco esta traducción apresurada:

 

Dicen que aquellos cielos son apropiados para los caballos y que los caminos son polvo de escenario.

Dicen que en las casas mujeres pálidas sobre la vieja "Singer" cosen los guardapolvos de percal, vestidos que contra el viento permanecen tiesos y todo el resto es baile,

Viejo trabajo de chinos... eh... eh...

Dicen que aquella vieja cancioncilla del ochocientos provoca la sonrisa en un dulce sueño ciertas muñecas todas heridas por una flecha india,

Recuerdos del siglo anterior, asuntos de una época lejana,

Época entrevista en el resplandor blanco que dispara la lámpara de magnesio... eh... eh...

Azulado era el silencio y el Gran Espíritu, que surgía de la escarcha, expulsaba a los cuervos de la colina...

Como una vieja cocinera en una cocina riñe a los fantasmas del buen gusto en una lenta cantinela...

Dejémoslo estar, dejémoslo así, dejémoslo ir.

No sabemos dónde estábamos en aquella mañana sorprendente... eh... eh...

Donde estábamos pues, aquella mañana cuando transcurría el novecientos, las grandes competiciones de indios...

Allí arriba, sobre el escenario pleistocénico,

Sobre el altiplano prehistórico, primero volcánico y después galvánico...

Dicen que todo fue una vainilla, una gran batalla, una gran maravilla... eh... eh...

 

Galvanizado el viento abría de par en par los garages y liberaba grandes motores entusiasmados...

La paja giraba en el aire amarillo más arriba del reino de las águilas donde el avión chispea...

El avión chispeaba como los ojos del muchacho que, vagabundo, lo miraban entre las ramas del cerezo... eh... eh 

 

No es una letra fácil, supongo que porque resumir el XIX en la letra de una canción no resulta sencillo, así que, más que hacer un repaso por todo el siglo, lo que nos propone Conte es un ambiente, un sabor, un perfume que nos traslade al XIX. Menciona algunos de los inventos del siglo: automóvil, avión, fotografía, máquina de coser... Ya América estaba plenamente incorporada a la cultura y ciencia europea, aunque todavía se sucedían las guerras contra los indios norteamericanos extendiéndose Estados Unidos hasta la costa Oeste del continente, para lo que le fue muy útil el tren, con máquinas de vapor inventadas en el siglo precedente, pero plenamente explotadas al servicio práctico del hombre en el XIX. Estados Unidos, por cierto, fue el primer país que se independizó de Europa, ya en el siglo XVIII; el resto del continente, como decía, lo haría a lo largo del XIX.

¿Y la literatura? En esta canción la literatura está en su letra, larga y complicada, llena de alusiones y que contiene varias historias, como la del joven vagabundo entre los cerezos, o la cocinera cantando en su cocina... Las grandes novelas decimonónicas, que se vendían por entregas: Dickens, Dostoievsky, James, Melville, Dumas, Balzac, Verne... Porque los grandes novelistas del XIX fueron ingleses, rusos y franceses, en su mayoría.

Todavía hoy se escriben algunas buenas novelas al estilo de las del XIX, como El viajero del siglo, de Andrés Neuman, de la que escribiré cuando acabe de leerla.

Repasando los cuatro post sobre letras de canciones de Conte me doy cuenta de que según pasan los años el canta-autor italiano se va refiriendo a mundos cada vez más alejados en el tiempo. La canción de hoy, Novecento, que evoca el siglo XIX, es de un álbum de 1992; la del teatro griegodel post anterior, que remite a los siglos V y IV antes de Cristo,  es de un disco de 1995, y las dos primeras de las que he escrito, Elegia y Chissà, que recuerdan de algún modo a la Ilíada y la Odisea, escritas en el siglo VIII antes de Cristo, son de un disco de 2004.

Curiosidades de la vida, azar... o, ¿según pasan los años por nosotros, y se acerca la irremediable muerte, nos sentimos más atraídos por el principio de la humanidad? Como si quisiéramos dejar constancia de que aquellos hombres y mujeres de antaño no han perecido del todo. Quizá esto exorcice el miedo a nuestra propia desaparición, pues la vida de los hombres sobre la Tierra es un tiovivo en el que todos giramos.

 

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