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"Dos hermanos" Daniel Burman; "De battre mon coeur s'est arrete", Jacques Audiard

Es feo comenzar a escribir repitiendo eso tan manido de "nihil novus sub sole", nada nuevo bajo el sol. Sobre todo es feo cuando es así, aunque las formas hayan variado tanto que a veces resultan difíciles de comparar y encontrar los parecidos... las igualdades.

Dos películas separadas por cinco años. La francesa De battre mon coeur s’est arrete, y la argentina Dos hermanos tratan de lo mismo que trató el griego Sófocles en el siglo V antes de Cristo: Edipo.

La película de Burman no es difícil de seguir, pues mientras nos muestra la vida de dos hermanos huérfanos, maduros, solteros, solos... uno de ellos forma parte del reparto de una representación de teatro de Edipo Rey

Los dos hermanos, ya talluditos, siguen comportándose como niños caprichosos, como adolescentes insoportables, porque cuando uno se queda enganchado a sus progenitores no se hace adulto. Pero ellos no se ven, no se miran a sí mismos, solo miran para otro lado, hacia otras personas que no son ellos, hacia el televisor... es como si se hubiesen arrancado los ojos.

 A Tom, de la película de Audiard, le pasa lo mismo. No crece, no llega a la edad adulta, aunque lo último que nos muestre el director sea un plano de un hombre que ha cumplido los treinta y ocho años.

El complejo de Edipo de Tom no es tan fácil de discernir al ver la película por primera vez, pero la sensación de extrañamiento no deja de acompañarte durante toda la proyección. A lo largo de las escenas uno no comprende muy bien hacia dónde va el personaje, qué es lo que quiere conseguir. Esto provoca desazón en el espectador, mientras se va dando cuenta de que nada de lo que Tom tiene es suyo: es el amante de la esposa de otro, una de sus conquistas es la novia de otro, los edificios y pisos con los que comercia están ocupados por otros, los trabajos violentos que debe hacer son encargos de otro (su padre), sus negocios no son suyos del todo pues debe compartirlos con dos socios... tocar el piano, trabajo que hacía su madre, se lo veda Tom a sí mismo.

Al final, Tom se queda sentado en un auditorio donde su esposa, concertista de piano como lo fue su madre, da un recital. Tom se queda escuchando la música de su madre, habiéndose casado con una concertista al igual que hizo su padre. Aún así, Tom no se arranca los ojos.

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